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13 de noviembre de 2025

El día que la farolera tropezó. Aquellas canciones infantiles de antaño.

La farolera y el coronel.

Por: Francisco Álvarez (El Recopilador)

Historias cercanas.
Halladas a la vuelta de una esquina.

Cuantos recuerdos y nostalgias nos traen algunas canciones y algunos juegos que nos trasladan a una infancia para muchos lejana. 

Cuantos momentos gratos pasamos con nuestros amigos del colegio jugando y riendo y cuantas veces nuestros abuelos, tíos o padres nos cantaron sus estrofas.

Esta es la historia de uno de aquellos juegos, la de La Farolera; aquella que tropezó y en la calle se cayó:

Se lo conoce popularmente como "la farolera" por ser las mujeres las que más jugaban a este tipo de rondas, pero existen versiones en donde el personaje es "el farolero".
Cuentan que la intención de la canción era corregir al niño, en sus primeros encuentros con la matemática, usando el método de la música.

Esta canción pertenece a un juego/ronda tradicional probablemente de origen español, que encuentra múltiples versiones, como todo juego de tradición oral.

Históricamente, el farolero que encendía las luces del alumbrado público, era una persona analfabeta, sobre todo en las calles de Madrid, donde existe un punto 0, la Puerta del Sol, el lugar más céntrico de la ciudad, desde donde se cuentan los kilómetros.

La Puerta del Sol de Madrid, será remplazada por la población infantil que no la conoce, por diversas palabras, como “la puerta al sol” o  “puerto del sol”, o lo que se les ocurra que entre en la métrica musical.

Se forma una ronda con los niños tomados de la mano. Una niña o niño que queda en el medio hace el papel de farolera o farolero.

Se comienza cantando la canción mientras los niños giran en la ronda.

Cuando comienza la estrofa “Alcen la barrera...", la ronda se detiene, se sueltan de la mano y aplauden en alto, dejando que la farolera/ro avance por entre los niños, entrando y saliendo de la ronda.

Cuando dice “Ánima bendita me arrodillo en vos", se arrodilla frente al niño/niña ante el que se detiene.

Ese niño/niña pasa a ser farolera /farolero y el juego comienza nuevamente.

Estudiantes de magisterio practicando La farolera para
recreación juegos escolares. (foto ilustrativa de internet)


La Farolera

(La historia según Diego M. Ferrero) La Farolera era una mujer sencilla, de contextura mediana, bellos ojos ambarinos y pelo rubio ensortijado que, todas las tardecitas, pasaba caminando por el frente de la entrada principal al destacamento del Cuartel General del Ejército.
Esta joven muchacha, desde su más tierna adolescencia sufría de un mal, que si bien menor, no dejaba de atormentarla en todo momento. Era astigmática y para peor, con una acuciante timidez que le impedía usar anteojos, por lo cual su vida permanecía sumergida en los pocos recomendables terrenos de las nebulosas. Y fue por este último motivo, que una tarde cualquiera, mientras pasaba como siempre por la vereda del Cuartel, giró la cabeza descubriendo en el patio del mismo, a un hombre de imponente gallardía. Trató de entrecerrar los ojos esforzándose para ver mejor, y notó entonces que este hombre, un Coronel, para ser más exactos, también la estaba observando.
Allí fue cuando tropezó con una imperfección del piso, pero qué importaba este pequeño accidente frente a quien sería quizás el amor de su vida.
La Farolera retomó inmediatamente la compostura y volvió a contemplar al hombre de sus sueños. Y lo notable fue que él continuaba mirándola y, por qué no, esperándola, con ternura y frenesí.

La Farolera se enamoró perdidamente de aquel uniformado. Y era natural... el joven Coronel medía un metro noventa, era robusto y musculoso, poseedor de un estado físico envidiable. Y por lo poco que alcanzó a divisar desde la entrada, no dudó en imaginárselo valiente y varonil; pasando a formar parte de su vida desde ese preciso instante.
La Farolera sintió que, el Coronel, ya se había convertido en una presencia irremplazable.

Así fue como ella, enloquecida de amor, con el rostro desencajado y a viva voz no pudo evitar gritarle al centinela de turno: "¡Alcen la barrera, para que pase la Farolera de la puerta al sol!".

El joven conscripto que en esos momentos se encontraba de guardia, salió disparado de su garita saltando y entonando melodías infantiles, mientras intentaba hacer una ronda con el Almirante en Jefe que, en ese preciso momento, se hallaba condecorando a un Héroe de Guerra No Fallecido.
 

Pero por más que esperó en la entrada principal del Cuartel, la Farolera no obtuvo respuesta del guardia, ya que después de aquella demostración de sus cualidades interpretativas, el joven fue esposado y llevado entre cuatro subalternos para cumplir los seis meses de condena estipulados, en un calabozo sin luz ni ventilación.

Pero no crean que, este pequeño incordio, neutralizó la férrea voluntad de nuestra heroína. Todo lo contrario. Ella volvió a demostrar que el amor todo lo puede, aferrándose a las rejas del portón. Tres soldados vinieron a detenerla, más ella logró zafarse apenas abrieron el portón, e ingresó corriendo desaforada hacia los brazos del Coronel, que la esperaba en mitad del patio. Apenas un par de metros antes, la Farolera cerró los ojos para sentir. Nada más que para sentir aquel primer abrazo de enamorados que ya nunca podría olvidar. Él la estaba esperando.

 

=Aquellos que deseen recordar la letra de esta canción, es:

La farolera tropezó 

y en la calle se cayó

y al pasar por un cuartel

se enamoró de un coronel.

Alcen la barrera

para que pase la Farolera

de la puerta al sol.

Subo la escalera y enciendo el farol.
 

A la media noche

me puse a contar

y todas las cuentas

me salieron mal.

Dos y dos son cuatro,

cuatro y dos son seis,

seis y dos son ocho

y ocho dieciséis,

y ocho veinticuatro,

y ocho treinta y dos.

Ánima bendita,

me arrodillo en vos.
 

 

Fuente: Esquenazi Pérez, Martha Diego M. Ferrero,

Anita Leporina, Sandra Luz Martorelli.

Posteo: Diego Weinstein.

Archivo de El Recopilador.

 

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