El viernes por la noche, tras una jornada cargada de rumores, tensiones y reuniones negadas, Guillermo Francos presentó su renuncia como jefe de Gabinete, confirmando así una salida que se venía anticipando desde hace días en los pasillos de la Casa Rosada. Minutos después, la Oficina del Presidente anunció oficialmente que Manuel Adorni, hasta ahora vocero presidencial, asumirá el cargo a partir del lunes.

Francos, uno de los funcionarios con mejor vínculo con los gobernadores y los sectores políticos opositores, era considerado el garante del diálogo dentro del gobierno libertario. Su salida marca el fin de una etapa y deja al Presidente sin su principal puente político, justo cuando el oficialismo busca abrir una nueva fase de gestión tras las elecciones nacionales.

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En su carta de renuncia, Francos destacó que se apartaba “para que el Presidente pueda afrontar sin condicionamientos la etapa de gobierno que se inicia”, y agradeció la oportunidad de haber servido “con lealtad y patriotismo”. También recordó que su primer y último acto de gestión fue reunir a los gobernadores con el Ejecutivo, una mención que sonó a crítica hacia la falta de consenso interno.

La crisis no se detuvo allí. Lisandro Catalán, ministro del Interior y uno de los hombres más cercanos a Francos, también renunció a su cargo apenas minutos después. En su despedida, agradeció la confianza de Milei y aseguró que continuará apoyando el proyecto de La Libertad Avanza.

La decisión del Presidente se dio en medio de una interna cada vez más evidente entre Francos y el asesor presidencial Santiago Caputo, quien fue ganando poder en las últimas semanas y podría asumir un nuevo rol dentro del gabinete, posiblemente como “ministro de Gobierno”, con control sobre Interior, Obras Públicas y Transporte.

Mientras tanto, Adorni asumiría un doble rol, ya que continuará siendo el vocero presidencial, aunque debía asumir en diciembre una banca en la Legislatura porteña. Su designación busca “renovar el diálogo político” según la versión oficial, aunque el reemplazo de Francos, el ministro más moderado del Gobierno, parece ir en sentido contrario a ese objetivo.

La renuncia de Francos llega en un momento delicado, con el oficialismo intentando reorganizar su estructura tras las elecciones y con la Casa Rosada moviéndose contrarreloj para cubrir los espacios vacantes. El gobierno de Milei enfrenta así una nueva tormenta interna, que desnuda las tensiones por el control del poder en el corazón del Ejecutivo, apenas cinco días después de haber celebrado una victoria en las urnas.