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25 de junio de 2025

Tregua impuesta: tras 12 días de guerra, Trump frenó el conflicto entre Israel e Irán y dejó heridas abiertas

Por: Carlos Rodriguez

Con un estilo confrontativo, el presidente de EE.UU. presionó públicamente a Netanyahu y logró un alto el fuego con Irán, que salió golpeado pero no vencido. La tregua, frágil y forzada, reordena el tablero geopolítico en Medio Oriente.

La guerra entre Israel e Irán, que durante 12 días escaló a niveles inéditos desde ambos territorios, encontró un freno inesperado: Donald Trump. El presidente estadounidense decidió intervenir con la lógica que lo define: sin diplomacia, con fuerza y en público. Regañó a su aliado más cercano, Benjamin Netanyahu, por no respetar el cese del fuego y lo obligó a acatar su decisión. Fue una jugada inédita en la relación entre ambos países, que expuso la dependencia israelí de Washington y el control absoluto que ejerce Trump en ese vínculo.

A pesar de la dureza de los ataques –Israel con misiles sobre Teherán y Estados Unidos sobre las instalaciones nucleares iraníes–, la República Islámica no se rindió. Golpeada militarmente, con casi mil muertos y miles de heridos, Irán aceptó el alto el fuego, pero lo presentó como una resistencia heroica que impidió la rendición. Mientras Trump celebraba haber frenado la guerra “por la fuerza”, tanto en Teherán como en Tel Aviv se presentaba el resultado como una victoria estratégica. Ninguno de los dos bandos cedió abiertamente, aunque el escenario cambió radicalmente.

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La tregua llegó con una advertencia de Trump a Israel: “Se tienen que calmar. Es ridículo. Ya no saben qué están haciendo”. Esta frase, inédita para un presidente estadounidense hacia Israel, forzó a Netanyahu a contener su ofensiva, al menos momentáneamente. Según los medios israelíes, el primer ministro no estaba al tanto del anuncio del cese del fuego cuando Trump lo comunicó. Lo acató después, tras una incómoda jornada de silencio.

Mientras tanto, Irán lanzó sus últimos misiles sobre Beersheva minutos antes del alto el fuego, dejando muertos y heridos, como muestra de su capacidad de daño. Pero también abrió una puerta a la diplomacia: su presidente, Masoud Pezeshkian, habló con Arabia Saudita y manifestó su voluntad de resolver diferencias con Estados Unidos. El canciller iraní, por su parte, reafirmó que su país no abandonará su programa nuclear, que motivó gran parte del conflicto.

La fragilidad de la tregua queda al desnudo en cada declaración. El jefe del ejército israelí, Eyal Zamir, advirtió que “la campaña contra Irán no terminó” y Netanyahu redobló amenazas, incluyendo la posibilidad de atacar nuevamente si Irán avanza con su plan atómico. Pero mientras se redefine la estrategia regional, el gobierno israelí vuelve a poner el foco en Gaza, donde mantiene una ofensiva con fuertes denuncias de organismos internacionales por violaciones a los derechos humanos y restricciones al ingreso de ayuda humanitaria.

China condenó los ataques a instalaciones nucleares y apoyó a Irán, en una postura alineada con su interés por contener la hegemonía estadounidense. Rusia, en cambio, optó por la cautela. En ese tablero, la gran incógnita es si la tregua impuesta por Trump será el inicio de un nuevo proceso de negociación o una pausa táctica para que las partes se reorganicen y vuelvan al enfrentamiento armado.

La guerra terminó, por ahora, sin rendición, sin resolución clara y con un panorama incierto. Lo único claro es que Trump volvió a dejar su huella: impuso la paz, pero lo hizo con amenazas.

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