El PAQUETE

     La maravilla del amor los llevó hacia un lugar más allá del tiempo donde la magia invisible del corazón estaba siempre presente y ambos podían sentir el sabor de la felicidad que los unía.

     Todo hubiera seguido marchando sobre ruedas si no hubiese sido por aquel pequeño paquete de extraño diseño, con una tarjeta en blanco pegada en su parte superior, que él trajo y guardó cuidadosamente en el estante más alto de la biblioteca.

     Cada vez que ella quiso tocar el tema él desvió la conversación alabando el sabor de la comida o el nuevo vestido que ella traía puesto.

     Era un secreto que alcanzó para sembrar la duda entre ambos y con la duda llegaron la reserva y el miedo.

     Desde entonces a ella le costó conciliar el sueño y a veces sentía un extraño dolor en el pecho.

     El la abrazaba con cariño acariciando su cabello, pero algo se había interpuesto en su relación y aunque ambos deseaban restablecer el vínculo, el recuerdo del extraño paquete levantaba un muro inexplicable en esa pareja hasta entonces tan unida y feliz.

     El sexo dejó de ser placentero, la casa dejó de ser un nido y entre ellos se instalaron la crítica, el malhumor y las dificultades económicas del negocio

     Su mejor amiga, Clarisa, les insinuó que tal vez les vendría bien un tiempo de vacaciones. -El relax hace milagros-  había dicho.

     Fueron y volvieron. El paquete seguía en el estante como un silencioso testigo de aquella masacre amorosa.

     Ninguno de los dos tuvo el deseo o el valor de encarar la situación o intentar una reparación.

     Un día de otoño él bajó el paquete, lo puso en su valija, dejó una golosina para ella en la mesita de luz y se fue.

     Con la frente apoyada en el vidrio de la ventana ella lo miró alejarse. Sin tristeza, casi con alivio.

 MARITA RETES