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4 de octubre de 2024

Radiografía del desperdicio Alimentario en Argentina: Un problema que no podemos ignorar

Por: Rosa Acosta

En un país donde la pobreza afecta al 50% de la población, y más de 15 millones de argentinos enfrentan inseguridad alimentaria, las cifras sobre el desperdicio de alimentos son inquietantes.

Se estima que en Argentina, aproximadamente el 12% de los alimentos producidos terminan en la basura cada año. No solo es un tema de ineficiencia; es un escándalo moral y un desafío ambiental de enormes proporciones.

 

 Cifras que impactan

Un informe reciente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación revela que el país pierde alrededor de 16 millones de toneladas de alimentos anualmente. La cadena alimentaria argentina enfrenta pérdidas desde la producción hasta el consumo final. La mayor parte del desperdicio ocurre en la etapa de distribución y comercialización, donde frutas y verduras son descartadas debido a imperfecciones estéticas o vencimiento cercano.

Pero la situación no termina ahí. En los hogares, una familia promedio desecha  cerca de 38 kg de comida por año. Esto incluye productos frescos, pan y comidas cocidas que, si se gestionaran adecuadamente, podrían alimentar a millones.

 

Un problema ambiental silencioso

El desperdicio alimentario no es solo un problema social y económico; también tiene un impacto devastador en el medio ambiente. Cada alimento que se pierde o desperdicia representa recursos naturales malgastados: agua, suelo y energía utilizados para producirlo. Según la FAO, la producción de alimentos que terminan en la basura representa el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

En Argentina, la huella hídrica del desperdicio es especialmente preocupante. Producir alimentos que luego no se consumen requiere más de 1600 millones de metros cúbicos de agua cada año, una cantidad significativa en un país que enfrenta sequías recurrentes en varias regiones.

 

Causas del desperdicio

Las causas detrás del desperdicio son múltiples y complejas. En el ámbito de la producción agrícola, gran parte de los productos se pierden debido a prácticas ineficientes de cosecha o transporte. Además, la falta de infraestructuras adecuadas para el almacenamiento y la distribución en zonas rurales hace que muchos alimentos nunca lleguen al consumidor final.

Por otro lado, en el consumo doméstico, la falta de planificación en las compras, la sobreproducción de comida en los hogares y la tendencia a descartar alimentos por fechas de caducidad sin evaluar su estado real contribuyen enormemente al problema.

 

El costo de la inacción

El costo económico de este despilfarro es enorme. Según datos del INDEC, el desperdicio de alimentos representa una pérdida económica anual de unos 9 mil millones de dólares. En un país donde miles de personas no tienen acceso suficiente a alimentos nutritivos, esta cifra debería alarmarnos a todos.

 

Pero el mayor costo es el social: mientras toneladas de alimentos terminan en vertederos, millones de argentinos enfrentan una lucha diaria por poner comida en la mesa. La desigualdad en la distribución de recursos alimentarios es una realidad dura y urgente que demanda soluciones concretas.

 

La oportunidad de un cambio

Reducir el desperdicio alimentario no solo es una cuestión ética, sino una necesidad urgente para el bienestar social, económico y ambiental de Argentina. Políticas públicas que promuevan una mejor gestión de los recursos, campañas de concienciación y el desarrollo de tecnologías para optimizar la cadena de suministro son algunos de los pasos que el país debe tomar.

 

En última instancia, todos somos parte del problema, pero también podemos ser parte de la solución. Desde pequeños gestos en nuestros hogares hasta grandes cambios estructurales en la cadena alimentaria, la lucha contra el desperdicio comienza ahora.

 

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