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16 de noviembre de 2025

Familia muy normal

La Naturaleza y sus criaturas pueden ofrecer historias sorprendentes. Una historia verdadera, documental, pero no de Animal Planet, relatada por Iris Campo, testigo privilegiada que compartió durante un tiempo el arbolado jardín de su casa de Glew con una familia de caranchos.

Familia muy normal

El croar incansable anunció la tormenta, después, las nubes oscuras, el silencio, laespera, el vuelo errante de las palomas. El viento que arranca acordes en la arboleda, los eucaliptus danzan, los cipreses cantan con voces nuevas, vuelan hojas, algún nido vacío, alguna prenda olvidada y un pichón de carancho ya emplumado. Tiene las plumas mojadas, lo veo desde mi ventana, tirita y abre el pico. Imagino el piar reclamando comida, camina lento, extiende las alas, los truenos lo hunden en el pasto crecido. Los relámpagos lo iluminan como a una prima donna. Estoy en una platea protegida, siento que estoy contemplando una ópera trágica sólo para mí.

No puedo dormir, amanece, hace frío. El pichón sigue piando, está aterido, hace horas que no se alimenta, se le doblan las patas, se deja caer. ¿Qué puedo hacer? Tengo que pensar en algo. De pronto un pájaro enorme con las alas marrones extendidas cruza delante de mi ventana, grita y golpea al pichón, revolotea y vuelve a la carga. Otro carancho, presumo que es la madre, observa desde una rama. La escena es brutal y de una ternura conmovedora.

El pichón vuela, van de rama en rama padre e hijo, el sol, que acaba de aparecer los abriga, la madre le acerca comida.

Al día siguiente la familia vuela unida. Descansan un momento en las ramas altas de los eucaliptus, corro a buscar el celular y saco una foto. Debajo, hojas, ramas, nidos abandonados, charcos, plantas desgajadas, la vida sigue.

Algunos días después han llegado dos caranchos más, ahora son cinco paseando y reposando en los árboles.

Se ven jóvenes, por lo que entiendo que serán hijos de la pareja de otra camada. Se han instalado muy cómodos. El padre me mira tender la ropa y se acerca a ver qué estoy haciendo. El pichón se hizo amigo de nuestro perro y camina detrás de él, lo sigue hasta el portón de entrada y nos espera en lo alto de una rama, cuando salimos de compras.

                                                                                                                              

IRIS CAMPO

 

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