Un secreto

    Nunca me quedó clara la relación de mi madre y sus hermanas (¡eran 9!) con una prima de ellas, la Negra Minetti, que era más joven que el resto de sus hermanos. Se hizo cargo hasta su muerte de su hermana mayor a la que llamaba cariñosamente “mami”. Se casó bien y tuvo 2 hijas muy lindas y educadas. Cuando pregunté, me dijeron que Herminia, su hermana, era mucho mayor y listo.

Una tarde, cuando mi mamá ya estaba muy mayor, me contaba cosas de su juventud y de sus paseos por Toay, un pueblo cercano a Santa Rosa, donde se crió toda la familia. Mamá entrecerraba los ojos ─ los medicamentos y la hora de la siesta la amodorraban─. De pronto se empezó a reír contándome las locuras que hacía Hipólito, el marido de Herminia, que era espiritista y que andaba con un incensario por el campo llamando a los espíritus. Yo no ubicaba a nadie, estaba hablando de 70 años atrás y no era esa la rama de la inmensa familia en la que yo estuviera más interiorizada. 

─Ma, ¿quién era Hipólito?

─El marido de Herminia.

─Ah! La que dicen que tenía pelos en el bozo como bigotes y pinchaba cuando daba besos.

─Ay, nena, eso cuando fue vieja. Pero de joven era muy linda. Voluptuosa, de cabellos ondulados, muy simpática. Pobre.

─ ¿Por qué pobre?

─Y, por todo lo que le pasó después. Culpa de ese viajante de porquería…

─ Pero ¿qué le pasó?

─La pobre Herminia cometió un pecado de juventud. Pero ella le creyó al viajante que le pidió la prueba de amor. No sólo se entregó sino que también ¡quedó embarazada! Imaginate, ¡pobrecita! ¡El tío Víctor se quería morir y la quería matar! ¡Una chica de familia! ¡Lo que sufrieron!

    Allí, mi mamá se quedó un rato pensando, moviendo la cabeza de manera oscilante. Tuve miedo que se durmiera y la apuré.

─ ¿Y, ma? ¿Cómo lo solucionaron?

─Hablaron con un compadre de mi papá y la mandaron al campo. Tendría allí la criatura y después la darían. Pero hubo un problema. Ella se encariñó con la criatura, era una nena. No la quiso dar. Y estaba dispuesta a irse a Buenos Aires con su hija. 

─ ¿Entonces?

─La tía Pepita hizo como que ella estaba embarazada y trajo a la nena que ya tenía casi 3 meses. La tía tenía 44 años. Pero pasó…Después Herminia conoció a Hipólito, que no sería un príncipe azul, y era bastante raro, pero se casó. Y así ella tapó su desliz.

─ ¿Tuvieron hijos?

─No. Ella se dedicó a la Negrita, aunque nunca le contó la verdad a Hipólito.

─ ¡Pero vivieron entre mentiras, mamá!

─A veces la honra se tapa con mentiras. Nunca nadie habló de Herminia. Y es lo que importa.

    Pasaron unos meses. Mamá ya no se movía de la silla de ruedas. Una tarde le hice buñuelos de manzana como a ella le gustaban y le dije:

─El otro día pensaba en Herminia, tu prima.

─Ah, sí. ¡Qué buena chica era! Pensar que algún infame en la familia insinuó que ella era la madre de la Negrita. ¡Eso es mentira! ¡Nunca cometió un pecado de juventud!

─Mami, perdoname, pero vos me dijiste…

─Imposible. Yo no me hago eco de los comentarios de chusmas. Es horrible jugar con la honra de una muerta.

   Y así fue que nunca supe bien lo que pasó con Herminia, aunque creo que hay secretos en los que no hay que indagar… 

ROSARIO VILCHES