La industria pesquera argentina enfrenta una de sus crisis más profundas. Mientras las flotas permanecen inactivas por un lockout patronal, el Gobierno habilitó a las empresas del sector a importar langostinos de Ecuador para mantener los compromisos de exportación. La medida, que fue confirmada por la Fundación Latinoamericana de Sostenibilidad Pesquera (FULASP), podría poner en riesgo más de 20.000 puestos de trabajo vinculados a la pesca extractiva nacional.

Las compañías buscan cerrar un acuerdo con Ecuador para traer 80.000 toneladas de langostino vannamei, criado mediante acuicultura intensiva, con el objetivo de abastecer mercados internacionales. Desde los gremios lo interpretan como una amenaza: la importación masiva, afirman, “puede convertirse en un golpe de gracia” para la industria nacional.

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El conflicto se agudizó semanas atrás, cuando las cámaras empresarias propusieron una rebaja salarial del 30% sobre el ítem por producción y eliminar el bono vinculado al precio internacional del langostino, que está en el convenio colectivo desde 2005. También se planteó pagar con un tipo de cambio inferior. “No aceptamos que nos quieran bajar los sueldos. Queremos trabajar, pero no nos convocan”, denuncian desde el sindicato, que atribuye la paralización al intento de modificar por la fuerza las condiciones laborales.

Desde el sector empresario aseguran que el negocio se volvió inviable por la apreciación del peso, los costos operativos y las retenciones. Argumentan que pescar langostino cuesta 6,50 dólares por kilo, pero el mercado paga solo 5,50. El langostino ecuatoriano, en cambio, se consigue a 4 dólares. Según la visión oficial, la solución es bajar el costo laboral.

En lo que va del año, la Argentina ya importó más de 20.000 toneladas de productos pesqueros desde Ecuador. De concretarse esta operación, ese volumen se cuadruplicaría en un solo movimiento. “Este lockout es funcional a los intereses del Gobierno: buscan derogar los convenios colectivos o debilitarlos”, alertan desde el sector sindical.

Mientras tanto, los barcos siguen amarrados y la industria, que hasta hace poco era líder en exportaciones de langostino, atraviesa una parálisis que amenaza con dejar a miles de trabajadores fuera del sistema.