Este año, más que nunca, necesitamos recordar que la esperanza no es algo abstracto ni lejano, sino una persona viva: Jesucristo. En un mundo lleno de incertidumbres y desafíos, el mensaje de su resurrección sigue siendo un faro de luz, porque no solo Él vive, sino que Él mismo es nuestra esperanza.

La resurrección de Jesús no sólo marca un evento histórico; es la realidad de que Él ha vencido la muerte y nos ha dado vida en abundancia. En un tiempo donde la angustia y el dolor parecen tomar protagonismo, el Evangelio nos recuerda que la esperanza no es una idea, sino una presencia viva: Jesucristo, quien está con nosotros, que camina junto a nosotros y que nos fortalece.

“Porque yo sé los planes que tengo para ustedes, declara el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza.”
(Jeremías 29:11)

Este versículo nos recuerda que los planes de Dios para nosotros están llenos de esperanza, incluso en medio de las pruebas. La esperanza no es solo un deseo, sino una promesa que se cumple en Cristo Jesús.

Cada vez que nos enfrentamos a las dificultades de la vida, podemos recordar que Él no sólo resucitó en el pasado, sino que sigue vivo en nuestro corazón y en nuestra historia. Él vive, y la esperanza es Él. La certeza de su presencia nos impulsa a seguir adelante, sabiendo que Él está con nosotros en cada momento, en cada prueba y en cada alegría.

“Jesús les dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”
(Juan 11:25)

La resurrección de Jesús nos muestra que Él tiene poder sobre la muerte, y esa misma victoria se extiende a nuestras vidas. A través de Él, podemos vivir una vida plena, con propósito y esperanza, independientemente de las circunstancias que enfrentemos.

Que esta reflexión sobre la resurrección nos llame a renovar nuestra confianza en Él. Porque, aunque el mundo nos ofrezca muchas promesas de esperanza, solo en Él encontramos la esperanza que no decepciona, la esperanza que transforma y da vida.

“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien, según su gran misericordia, nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”
(1 Pedro 1:3)