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28 de noviembre de 2024

Aquellas frases que tanto nos gustan (Esperando la carroza)

Por: Francisco Álvarez (El Recopilador)

Historias cercanas.
Halladas a la vuelta de una esquina.

Para la reflexión: Hay frases que definitivamente el cine incorporó a la vida de los argentinos y que, con solo decirlas, dan a entender cómo funciona el porteño mundo y, por qué no, cómo funciona la psicología de los urbanitas.

Dicen que para algunos terminan siendo cuestiones identitarias creadas y que nos pintan de cuerpo entero “¡Qué país!”

Sin embargo, no pretendo sugerir que todo el mundo las comparta o quede reflejado en ellas; no son pocos los que las miran desde la vereda de enfrente y con justa razón; otros las usan con ironía, aunque también es cierto que muchos se reconocen en su actuar cotidiano e incluso, las mentadas frases, los toman por sorpresa en actuares de las cuales no habían tenido conciencia. Luego, sonrojados se encogen de hombros sin más.

El porteño, aunque no exclusivamente, tiene mucho acervo de sus orígenes, cuando las corrientes inmigratorias cruzaron el océano. Catita (interpretada por Niní Marshall) representaba tantísimas hijas de aquellos inmigrantes, las que hacían gala de algo más que su cocoliche. No faltaban las “charlatanas de enfrente” que se reían de otras que seguían repitiendo “Alcanzame la toballa” o “Lola ¡talefano!”, y bien incorporadas que las tenían.

El film Esperando la carroza instaló un repertorio en el cual las palabras están bien nombradas, pero el sentido hace galas de otra intencionalidad. No son pocos los parlamentos de la famosa película que verbalizan no pocos espectadores. “¡Qué miseria! ¿Sabés lo que tenían para comer? – Empanadas – Tres. Me partieron el alma. Tres empanadas que le sobraron de ayer para dos personas ¡Dios mío qué poco se puede hacer por la gente!” dijo Antonio Musicardi a su hermano, mientras se comía una de las tres.

“La charlatana de al lado me imita en todo, yo hago puchero, ella hace puchero, yo hago ravioles, ella hace ravioles. ¡qué país!” le dijo Elvira a su familia, luego de que su hija fue a buscar el agua de los ravioles y vino sin ella.

“A mí me da una paz verte. Para mí sos como la campiña inglesa”, le dijo Nora a Susana, tomándole la cara de impaciencia de su cuñada por un problema conjunto, al cual se le evade.

“Digo yo ¿qué somos … ¿Negros? Para ser tan salvajes o ¡judíos! Para no tener siquiera creencias religiosas…ojalá sea la vieja que se tiró debajo del tren.” Dijo Elvira a Nora y Matilde en la calle.

Y la lista no termina ahí, seguro entre los lectores no faltarán aquellos que agregue alguna. En todas ellas hay una connotación ideológica ¡no tenía cara de mayonesa!

Las sentencias son parte del acervo de frases comunes que pintan una visión del mundo y dan cuenta de cierta consideración del prójimo. Son la expresión de un pensamiento estereotipado y desnudan bastantes cuestiones tan instaladas como, por ejemplo, la tan mentada caridad cristiana (que poco tiene que ver con la solidaridad) (la iglesia es un gran consuelo).  O la falta de discreción, cuando a sabiendas alguien saca los trapitos al sol, o la falta de empatía (donde es un lugar vacante ponerse eso de ponerse en lugar del otro).

Además, estas construcciones son la superficie de un pensamiento, y con sólo traccionar, salen a la luz no pocos actuares característicos que nos pintan de cuerpo entero, haciéndonos parte o escapándole a aquello a lo cual no queremos parecernos. Está claro que uno no usa esas frases porque sí.

Una frase hecha hace posible que los hablantes fijemos nuestra intencionalidad y asumamos cierta manera de categorizar el mundo o ideología.
En todos los casos, las expresiones tienen una forma fija, un sentido figurado y son de uso común por la mayoría de hablantes de una comunidad lingüística.

Tal como hemos adelantado, el cine a través de Esperando la carroza se ha hecho carne en nuestras vidas, dotando los parlamentos de la película de un sentido, tal como ocurre con muchos grotescos donde la gente toma para sí los parlamentos, en tanto expresiones que significan algo para los hablantes.

Y uno podría pensar, ampliando la reflexión sobre esas sentencias que se aúnan no pocas decisiones político-partidarias en gestiones de gobierno, cuya fisonomía es inocultable. Pues en mucho, el clima actual de desaprensión hacia el prójimo, que oculta algo más que dejarlos de a pie, queda reflejado de manera extrema cuando algunos medios masivos o sus conductores plantan un discurso que naturaliza la tragedia y la deshumanización de quienes están en desventaja y deambulan. He aquí una diferencia entre la solidaridad y la caridad como manera de mirar y de medir la ayuda social hacia un cristiano próximo, sin medir ni dar sólo lo que me sobra o involucrar en la acción la necesidad de destacarse por ello.

Indudablemente, el discurso fija un carácter político-ideológico que categoriza el mundo y que marca una diferencia entre la humanidad y una actitud deshumanizante. En tanto que las frases aludidas son pensamientos estereotipados sobre el otro o las otras, queda reflejada, en gran medida, la cosificación del otro, algo que requiere además de reírnos, un análisis profundo para componer situaciones dramáticas.

 

Fuente:  Eduardo Marcelo Soria

 

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