Lo primero que me impactó fue su nariz tan afilada.

Soy cirujano plástico y he visto muchos casos a lo largo de mi práctica médica, pero nada como este.

Me recuerda a alguno de los personajes mitológicos plasmados en copones y platos de aquellas antiguas regiones como Roma o Egipto.

Como decía, nariz afilada, pómulos altos y marcados, el resto del rostro enjuto termina en un mentón prominente y los ojos están rodeados por salientes huesos que un vello en la parte superior no hace más que acentuar.

¡Pobre mujer! Veremos qué puedo hacer por ella. Es todo un desafío a mi equipo. La cirugía reconstructiva será mañana.
 

─ ¡Hola querido, se te ve agotado! Ah, hoy operaban a esa mujer.

              ─ Si, fue un trabajo arduo, casi de carnicero, serruchamos tanto hueso como fue posible,  ¡horroroso!  Y lo peor es que no sé si quedará bien.
 

             ─ Buen día Nefer, llegó el momento de ver tu nuevo rostro.

             ─ ¿Quedé bien doctor?

             ─ Hice lo posible. Sabes que tu caso era muy grave. Veamos.

Las vendas caen una a una. Se asoman los rasgos suaves de mujer joven, casi tan hermosa que emula a su homónima, Nefertiti.

Pide un espejo…las lágrimas caen por las perfectas mejillas.

─ Hice todo lo posible hija.

Ella tapa el rostro con las manos y ya el llanto es descontrolado.

              ─ ¡Nunca seré normal!

Por el rosto amorfo y fofo del médico, sin más formas que la cuenca de los ojos, el rictus de la boca y chatos orificios nasales, pasa la sombra de una pena.

Ella jamás encajará en esa sociedad, pobre paria.

LAURA THOMAS