Un "pacto" de mayo que fue en julio, preludio de un desfile con un costoso operativo donde el presidente y la vicepresidenta se dieron todos los gustos, como saludar desde un tanque “retro”, jugando con un arma digna de los años 70.

Mientras en Estados Unidos se juega la Copa América y Argentina nuevamente nos regala una final (somos campeones), paradójicamente no solo será un partido más, sino que aquí se impone el fin de los clubes de barrio. Irónicamente, el mandatario postea la foto de los jugadores y en qué club empresarial juegan hoy. ¿Por qué exponerlos? ¿Qué trae esta nueva embestida mientras el país retrocede económicamente sin ningún resultado satisfactorio en los 7 meses de un gobierno que no gestiona?

La cuestión es que, como todo, detrás de la violencia y el circo que distrae hay un gran negocio, un inmenso negocio que se lleva puesto el potrero de Maradona, el club de barrio donde comenzó Messi y cada uno de los grandes jugadores que hoy nos llenan de orgullo. ¿Qué oportunidades tendrán los cientos de niños que sueñan llegar a ser profesionales sin la oportunidad de ese lugar barrial que no solo los ve comenzar a patear la pelota, sino que además les enseña a perseverar, les da un núcleo de pertenencia, amigos, el profe y muchas veces un plato de comida?

Parece que la Argentina está en venta, pero no solo por lo productiva sino desde derechos, valores, principios y todo aquello que alguna vez nos emocionó y nos dio orgullo. De remate, a los pies del mercado, con un desfile que preanuncia o recuerda... ¿qué cosa?

Y en la vorágine despiadada, un país entero busca a un niño de 5 años, Loan, que desapareció en medio de adultos y de un entramado que cada día regala un patético capítulo. Milei se niega a recibir al padre porque preparaba las maletas para irse otra vez (la número 11) de viaje a Estados Unidos (la número 5), a un encuentro de empresarios donde se siente parte, atracción y estrella, donde ya pasaron otros tantos Milei, diversión de megamillonarios que lo ven como un número gracioso y raro tal vez, pero no más que un número en breves 4 años. Porque en definitiva, señores, el mundo lo manejan ellos.

Carla Echichure Castro