EL RECOPILADOR
30 de octubre de 2023
Cuando el bendito celular no existía… “Los juegos de las figuritas”
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Halladas a la vuelta de una esquina.
Las “figuritas” tenían un lugar preferente en nuestros juegos de niños. Podían ser de hojalata (chapitas), cartón o cartulina, redondas o rectangulares.
Algunas sólo se coleccionaban, como las de los chocolatines Nestlé (con ellas se llenaba un álbum que tenía una “difícil” con la imagen de un tucán), otras como las Godet o Starosta podían canjearse por premios (con 5000 Godet se recibía una pelota de cuero nº 5, un sueño inalcanzable para un purrete de aquella época).
En el álbum Nestlé se desarrollaban interesantes temas de ciencias naturales, geografía, historia. En la página impar se pegaban las figuritas y en la par, habían explicaciones sencillas pero muy completas sobre los temas a que se referían.
Otras, en cambio, se utilizaban en nuestros juegos y eran parte de colecciones con equipos y jugadores de fútbol (nuestras preferidas), corredores de autos, boxeadores, artistas de cine nacional o aviones y barcos militares, etc.
El intercambio de las figuritas repetidas era constante y, los más pequeños desconfiaban cuando los mayores le ofrecían muchas ("un toco") por alguna figurita. Ojo!, seguro que era una "difícil".
Las veredas del barrio eran el escenario de aquellos juegos de figuritas con mis vecinos y amigos más cercanos.
El arrime era la variante del juego más común entre nosotros. Consistía en dejar las figuritas lo más cerca posible de la pared y el que lo conseguía, si se jugaba sin "revoleo", ganaba todas las figuritas en juego.
Si se “revoleaba”, el mejor posicionado las arrojaba al aire y ganaba las que quedaban “caras*”. Las cecas* las revoleaba el segundo, recogía sus caras y sus cecas pasaban al tercero, así hasta que no quedaran más cecas o llegaran al último jugador que, directamente, se quedaba con las figuritas que no habían salido cara en ninguna oportunidad. (*Caras= frente / *Cecas= dorso).
En el "espejito" se trataba de voltear una figurita parada contra la pared. El que lo conseguía se quedaba con todas las figuritas jugadas.
Para el "chupe" se colocaban las figuritas en el suelo, con la cara hacia arriba, y había que voltearlas golpeándolas con la palma de la mano.
El juego llamado "tapadita" consistía en tapar algunas de las figuritas, previamente colocadas, con las propias, arrojándolas planeando desde el cordón de la vereda. Cuando se lograba, se llevaba la de uno y la tapada.
Para considerarse tapada la figurita tenía que cubrir, al menos, la mitad de la de abajo, lo que daba lugar a frecuentes discusiones que, en oportunidades, eran fomentadas por algunos pícaros para aprovechar el descuido, pisar alguna figurita y llevársela pegada a la suela de la zapatilla, a la que previamente le colocaban un chicle.
Contar las figuritas, mientras se observaba si se había "ganado" una nueva, daba un extraño placer. Mientras decíamos "la tengo” o "no la tengo", separábamos las poco usadas de las viejas, más blandas y ajadas, y las que íbamos a utilizar para jugar de aquellas que guardábamos, las más "difíciles".
Las figuritas originariamente venían con las golosinas, por lo general en chocolatines que, en mi tiempo, valían 5 centavos, aunque después se vendieron solas en sobrecitos.
Las niñas tenían otras, brillosas y con imágenes de princesas o flores, y sus juegos eran otros juegos. Pero eso es material para otro recuerdo.
Es notable que de las figuritas se forjaran dos expresiones muy populares: "No te hagás la figurita difícil", para manifestarle a alguien que no se dé ínfulas y "es una figurita repetida", diciendo, en forma despectiva, que alguien es muy conocido.
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Fuente:
Archivo de El Recopilador.
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