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20 de abril de 2023

La historia del Correo en el Río de la Plata (4ta. parte)

Por: Francisco Álvarez (El Recopilador)



Historias cercanas.
Halladas a la vuelta de una esquina.

     Las disposiciones de la Corona, ya en el siglo XVII, imponían que el Maestre de Posta tenía algunas ventajas, incluso no podía ser “enganchado” por las milicias; estaban exentos de los trabajos forzados con el ejercito, y sus empleados y sus postillones no podían ser “enganchados” tampoco.

    Tenía la obligación de dar alojamiento a los viajeros, agua fresca, comida... Pero. Según los viajeros, esto no se cumplía en muchas partes, casi en ninguna y la realidad es que eran meros “techos de paja”, o míseros ranchos en medio del desierto. Es evidente que la vida que llevaban los viajeros era altamente sufrida.

Sufridas, heridas, remendadas heroicas carretas
andando y desandando aquellos inciertos
caminos de nuestra tierra.

    La correspondencia se transportaba a caballo por correístas. Se llevaba en una valija que, como faltriquera, colgaba del caballo hacia ambos lados, y se compensaba el peso porque se transportaba caudales aparte de las cartas, pliegos, metálicos, etc. de tal forma que el jinete tenía bajo su responsabilidad el transporte de los objetos de valor que tenía el mismo, y por eso además se cobraba un seguro  (qué curioso saber, que ya en esa época existía un “seguro”).

    En la realidad, el correo cobraba un seguro por transportar caudales, entonces asumía la responsabilidad por ellos.
 

    Los vehículos de transporte no eran en esa época habituales. Primero, porque no los hay todavía en nuestro país, y lo que se conoce después como “DILIGENCIA”, es decir carros rápidos, livianos, “diligentes” para el transporte de pasajeros y carga, eso recién llega a mediados del siglo XIX, junto con el ferrocarril.

    Así, los pasajeros se transportaban a caballo, o en el caso de las damas, niños y ancianos, en carros livianos que se contrataban, alquilaban o compraban por el mismo pasajero, o grupo.

    Las familias por lo común contrataban CARRETAS, las que al paso de buey sus viajes podían durar tres, cuatro y hasta cinco meses. Pero esto era una cosa distinta, y nosotros estamos hablando de los Correos y Correistas.

La engañosamente confortable galera acortaba
los días de viaje pero no así las incomodidades del viajero.

    Las Postas aquí las organiza un Comendador, un visitador de Correos de la Corona  Española, que se llamó ALONSO CARRIO DE LA BANDERA. Vino a Buenos Aires y siguió a Córdoba, Tucumán y Salta y luego a Potosí. El realizó todas las postas y fue determinando a lo largo de su recorrido, quienes serían sus encargados, los Maestres de Postas.

    En cada Posta debía haber un cuarto para 6 a 8 personas, sillas, catres,  -eso era “los dormitorios”-  Huerta, gallinas y agua de beber. Estaban exentos del servicio de las armas y del embargo de sus caballos.

    Era un servicio público en concesión. Se les pagaba un sueldo. Al hijo del Maestre le cubría el derecho de continuar al frente de la Posta, y eso ocurrió muchas veces.

    Al Perú desde Buenos Aires, por Potosí, en 30 días. A Chile, en 26 días... y algunos días más en el invierno, por las tormentas de nieve.

Una de las tantas casuchas incas que fueron 
y hasta continúan siendo refugio 
en la inmensidad de Los Andes.

     En el caso de la Cordillera, existe aún algo interesante que se le llamó “CASUCHAS”, construcciones de piedra que hay  algunas en pie al costado de la Ruta 7 a Chile. Dichas “Casuchas”, fueron especialmente hechas para guarecerse, correistas y viajeros en dicho cruce. En ellas debía haber leña, agua, e incluso charque y tasajo para poder alimentarse, y eso era muy importante porque si no, en medio de la cordillera podía ocurrir cualquier cosa, incluso quedar gente atacada de claustrofobia cercada varios días por la nieve.

    Al estructurarse finalmente las Postas y los servicios de Correos, ya es un servicio que el Estado recupera hacia 1760 y pico, cuando se dan las normativas de Postas y Correos y la Corona reasume directamente el ejercicio de esa función pública, y entonces, desde el Virreinato del río de la Plata y en toda Latinoamérica venden las concesiones, se les dan títulos nobiliarios a los permisionarios, a condición de que cedan los derechos a la Corona y comienza a estructurarse ya un Servicio Oficial de Correos. Servicio oficial que, por otra parte, luego de 1810 va a asumir el Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y que en definitiva es el correo actual. 

Un gran salto en el tiempo junto a la velocidad y variedad 
del transporte nos sitúa en el Correo del presente.

     Quiere decir, que esta actividad que hoy tenemos tiene una raíz profunda e hispánica

     Cuando en 1810 hay que cambiar de autoridades, el Correo es asumido por un español radicado aquí, pero muy directamente ligado al movimiento emancipador, el señor MELCHOR DE ALBIN, quien es cambiado en 1818 por otro español, JUAN MANUEL DE LUCA, quien está a cargo hasta 1858, manteniendo un interesante y eficiente servicio, aún en una época tan difícil como la de Rosas, en donde evidentemente la situación del país no se encontraba en su mejor punto.

     Teniendo en cuenta que las provincias habían asumido un rol “independiente”, de alguna manera manejado por Buenos Aires y por Rosas, sin embargo el Correo tiene la característica de “Nacional”, manteniéndose durante todo el período de la Confederación y luego de la caída de Rosas, también se mantuvo como estructura Nacional, pese a que en 1854 se produce la ruptura entre Buenos Aires y la Confederación Argentina.

 

Y una más, si bien el histórico ‘cornetín’ de posta ya no es el mismo, su símbolo del Correo
se ha mantenido en el tiempo, ahora con este formato.

 

(*) Fuente documental: Recopilación del Prof. Roberto Guillaume.
Imágenes de Internet, créditos a quienes correspondan.

 

 

 

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