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28 de marzo de 2023

LO POLÍTICO ES EL REAL CAMINO A LA LIBERTAD

Por: Juancarlos Bejarano Muguruza

El mundo está en ebullición; no sólo el ecosistema sino la humanidad toda se encuentra en momentos de cambios notorios y profundos.

Con esa percepción a mano nos viene a la cabeza la intención de encontrar una explicación que, cuando menos, nos permita imaginar cómo llegamos hasta aquí y cómo se podría seguir positivamente.

Pensando y pensando, vemos que hay dos elementos básicos, ejes de la situación: los/las individuos/as y la comunidad global, más conocida como humanidad.

Lo primero que nos aparece como razonamiento es que si el/la individuo/a fuese uno/a solo/a o si constituyeran el mundo una cantidad de personas absolutamente aisladas entre sí, tendríamos resuelta la ecuación por cuanto el colectivo no sería tema.

Pero no es así, vamos siendo siete mil millones de habitantes que guardan una vinculación altísima en varios planos.

El conjunto de terráqueos da lugar a un sálvese quien pueda, donde los más fuertes (en todos los sentidos) ejercen dominio (en todos los sentidos) sobre los más débiles.

De ahí que surja, como hecho natural y lógico, el establecimiento de normas de convivencia generadas por la comunidad y no por imposición de una élite de los poderosos.

Hablamos de lo que hoy llamamos Estado.

El Estado es, para la comunicación hegemónica, una especie de Gran Hermano que nos dicta normas, nos obliga a ciertas conductas, nos tiraniza y, sobre todo, nos cobra impuestos.

Pero si entendemos a la estructura estatal como lo que debiera ser (aunque no siempre lo sea), una institución equilibrada y equilibradora de las relaciones entre las personas, veremos que es factor fundamental en la convivencia civilizada de la especie humana.

Esa síntesis implica que la representación que le atribuimos a ese aparato ordenador no es una delegación indefinida de derechos individuales o colectivos sino que se trata de una misión muy difícil pero imprescindible: sostener equilibrio, justicia y equidad entre individuos y entre individuos y sociedad.

Es importante destacar que, contra ciertas tendencias de comunicación que lo mencionan como un ente cuasi dictatorial cuya única función sería cobrar impuestos y fijar prohibiciones de todo tipo, el Estado tiene que representar la síntesis de los intereses (no sólo económicos y materiales) de los pobladores de este planeta.

Como no es un ente autónomo, ni mucho menos, debe beber permanentemente de las fuentes de su origen: la comunidad, el pueblo, la sociedad que representa.

El idioma de comunicación imprescindible para que las acciones gubernamentales se correspondan armónicamente con los intereses, deseos y equilibrio social de la población, se llama POLÍTICA.

Esa palabrita tantas veces bastardeada, a veces por parte de algunos/as que la aprovechan para su beneficio personal o sectorial y otras veces por parte de quienes quisieran eliminarla para poder ejercer con “libertad” poderes que no tienen ninguna relación con las personas de la comunidad, es un eje de debate muy importante, sobre todo en los últimos tiempos.

A las presencias ya mencionadas (individuo, sociedad, Estado y política) las debe abarcar otra, que tal vez no siempre sea considerada posible ni valiosa por parte de quienes no dan a la representatividad en la sociedad el valor necesario para un crecimiento en bloque: EL INVOLUCRAMIENTO.

Gran parte de la ciudadanía tiende a desempeñar un papel de espectador pasivo, cuyo único rol es la crítica o la obsecuencia, en ambos casos con muy baja información y escasísimo análisis de cada tema.

Este artículo intenta alentar la participación, orgánica o no, de todos/as en el tratamiento de la cosa pública, es decir a ocuparse de lo político.

Entender que cada uno/a de nosotros/as es dueño/a de una acción de la empresa social que es un país, debiera implicar interesarse en cómo se maneja “su negocio”.

Así se podría dar por tierra con todo ese fraserío que pregona que el mayor gasto del país, el motivo por el cual “nos dan mal los números”, es por el gasto de la política.

Y no es así: la política entendida, como señalé anteriormente, como una actividad participativa, con incorporación de la  ciudadanía a su análisis y debate, no sólo no es un gasto más, sino que permite poner en valor uno de los conceptos constitucionales más altos: LA REPRESENTATIVIDAD, que no consiste solamente en votar con frecuencia (en buena hora que lo hagamos) sino que lleva a que cada vez que tengamos que elegir la mayoría del pueblo sepa qué, a quién y por qué lo hace por uno/a u otro/a postulante.}

 

Juancarlos Bejarano Muguruza

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