Estados Unidos se sumó al conflicto entre Israel e Irán con una acción militar directa. El presidente Donald Trump anunció que su país atacó tres instalaciones nucleares estratégicas en Irán —Fordow, Natanz e Isfahán— mediante un operativo aéreo sin precedentes. “Una carga completa de BOMBAS fueron lanzadas en el lugar principal, Fordow”, escribió en la red Truth, y luego, en un mensaje televisado desde la Casa Blanca, advirtió que si Irán no opta por la paz, “los futuros ataques serán mucho más grandes y más fáciles”.

Según fuentes del Pentágono, se utilizaron bombarderos B-2 que lanzaron bombas antibúnker GBU-57 sobre el sitio de Fordow, donde Irán mantiene su mayor centro de enriquecimiento de uranio. También se dispararon misiles Tomahawk desde submarinos hacia las otras dos plantas, en lo que Trump calificó como un “ataque exitoso” y “un paso crucial para restaurar la estabilidad en Oriente Medio”.

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Desde Teherán, las autoridades confirmaron los ataques y aseguraron que “se reserva todas las opciones” para responder, entre ellas la legítima defensa. “Irán, el matón de Oriente Medio, ahora debe hacer la paz”, desafió Trump, rodeado de su gabinete, entre ellos el vicepresidente JD Vance, el secretario de Defensa Pete Hegseth y el secretario de Estado Marco Rubio.

Las primeras reacciones internacionales expresaron alarma. China, Rusia y la Unión Europea condenaron la ofensiva y reclamaron contención. Naciones Unidas convocó a una reunión de urgencia, mientras la Agencia Internacional de Energía Atómica monitorea el nivel de radiación en los sitios bombardeados, aunque hasta ahora no se registraron fugas. Israel celebró la intervención norteamericana, en tanto que grupos afines a Irán, como Hezbolá, prometieron represalias en la región.

Con más de 400 muertos tras una semana de enfrentamientos, el ataque estadounidense marca un punto de inflexión que podría desencadenar una escalada regional o incluso global. La comunidad internacional mira con creciente preocupación el rumbo del conflicto.