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EL CLIMA EN Buenos Aires

RINCóN LITERARIO

30 de junio de 2024

El fundamental

Todo el saber del mundo antiguo se almacenaba en los miles de volúmenes que poblaban la increíble biblioteca de Alejandría en Egipto, fundada por Alejandro de Macedonia 300 años antes de Cristo. Rosario Vilches relata un hecho histórico que fue apenas el comienzo de la lenta decadencia de esta verdadera maravilla de la antigüedad.

El fundamental

    En el silencio sepulcral del magno recinto se oyó un grito que atravesó Alejandría. 

El guardián vio un vacío en el lugar donde debía estar exhibido el primer libro de la biblioteca, el llamado “fundamental”, que por supuesto había colocado Ptolomeo. Esta falta significaba el peor augurio, la maldición de los dioses.

     Pero… ¿qué dioses tenían ahora? ¿Qué ocurría en esa ciudad, cuyo faro iluminó el mundo? Ahora, no sabían a qué dioses rendir sacrificio u orar en el oráculo. ¿A quién invocar? ¿A Apis? ¿A Júpiter?

     Ahora, ¿a quién se podía recurrir? Los administradores de la biblioteca habían acudido presurosos al llamado del gobernador. Alejandría estaba siendo invadida por los romanos. 

 La faraona estaba ausente, preocupándose por asuntos de alcoba mientras su imperio se estaba derrumbando como un ídolo con pies de barro.

     Aquí, en la sacra biblioteca, están los papiros con los textos de los mayores sabios de la historia de la civilización. La matemática de Euclides, la medicina de Galeno de Pérgamo, las bases de la Astronomía. Todo está en este lugar que ha sufrido el robo más ultrajante.

     Algunos sacerdotes movilizaron a sus esclavos y se realizó una búsqueda intensa. Nada. Pidieron autorización para requisar viviendas. Nada. 

     Pasaron tres meses hasta que se resignaron. El compendio de papiros de Ptolomeo desapareció. Lo atribuyeron a los designios de los dioses. Hicieron ofrendas, sacrificios y esperaron una señal.

     Y esa noche, desde la costa oriental, el legionario de Julio César, Marco Leónidas, entrecerró los ojos por la fuerza del fuego que devoraba los papiros de Aristarco de Samos, Euclides, Galeno de Pérgamo y muchos más. En sus brazos, cubierto por su rojo manto se ocultaba el libro de Ptolomeo, el fundamental. 

                                                                                                      

ROSARIO VILCHES

 

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