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13 de junio de 2021

La Señal

Las misteriosas líneas de Nazca, en Perú ¿son el vestigio de civilizaciones antiguas, algún indicio del espacio exterior o un dilema inescrutable que la humanidad no llegará nunca a develar? En este relato Lucía López Rodríguez narra una historia real envuelta en el enigma de estas huellas milenarias.

La Señal

 

Con la seguridad de que la señal que había recibido haría realidad su sueño, Alfonso estuvo en la carretera rumbo a las Líneas de Nazca el día exacto y a la hora señalada, para presenciar el avistaje de los ovnis.

Era algo muy especial para él, ya que hacía años que le intrigaba y leía todo lo que se publicaba acerca de los ovnis, así que sin dudar viajó desde Ginebra a Lima con el firme propósito de develar el misterio.

Al llegar a Lima, con la complicidad de su amigo Daniel a quien también le interesaba mucho el tema, comenzaron a recorrer en auto los 450 kilómetros que separan a la capital peruana de la ciudad de Nazca. Faltando escasos metros para llegar al lugar de la cita, divisaron entre las montañas una intensa y brillante luz que se movía asombrándolos de tal manera que la adrenalina les llegó a su punto máximo, haciendo que sus ojos ávidos de aventura se abrieran cada vez más.

En pocos minutos llegó la desilusión al aparecer delante de ellos los potentes faros de un gigantesco camión que circulaba por la mano contraria iluminando la carretera en la oscuridad de la noche. Al llegar al lugar señalado se detuvieron algunas horas con la esperanza que los ovnis hicieran su aparición y nada ocurrió.  Cansados continuaron hasta Nazca hospedándose en el Hotel de Turistas.

Al día siguiente, decidieron sobrevolar las enigmáticas líneas. Subieron entusiasmados a la avioneta con sus máquinas fotográficas listas para capturar ellos mismos los dibujos tan promocionados que solo se pueden apreciar desde las alturas. La experiencia fue realmente impactante, todas las figuras parecían tener algún sentido, pero a ellos les llamó la atención el mono y las manos porque ambas tenían 9 dedos, disparándoles muchas interrogantes que comentaban en voz alta.

Al regresar al Hotel de Turistas se ubicaron en el comedor para cenar e intercambiar opiniones sobre lo que habían visto, y en eso estaban cuando les llamó la atención que en un lugar apartado una anciana sola y de aspecto estrafalario esperaba ser atendida. Al preguntar quién era, quedaron sorprendidos con la respuesta, era nada menos que María Reiche, la arqueóloga y matemática alemana que redescubrió y conserva las líneas de Nazca.

Con el propósito de encontrar respuestas a todas sus interrogantes se acercaron a la anciana para compartir la cena con ella, pero por más esfuerzo que hacían por despejar sus dudas solo obtenían respuestas científicas que no les aclaraban nada. Finalmente les obsequió un libro autografiado, escrito por ella sobre su incansable trabajo.

La sorpresa mayor ocurrió en el momento de la despedida, al darle la mano se dieron cuenta que ella también tenía 9 dedos, como las figuras del mono y las manos que tanto les habían llamado la atención.

¿Era casualidad? O María en algún momento de su vida recibió una señal que la hizo llegar desde la lejana Alemania a las pampas de Nazca con la misión de dedicar su vida a proteger las Líneas hasta convertirlas en Patrimonio de la Humanidad.

 

Lucía López Rodríguez

 

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