Pessoa y yo

Nunca había escrito una carta de amor, a pesar de que nació enamorado.
Siempre le pareció un abuso tomar la pluma y verter a borbotones sentimientos de alma en pena.
Sabía que un tal Fernando Pessoa escribía unos versos maravillosos. Vivían en el mismo pueblo, cerca de Lisboa.
Un día tomó coraje y fue a su casa. Se presentó. Le dijo que jamás había escrito una carta de amor, quería impactar a su amada con una pero al escribir se sentía ridículo y al no hacerlo también.
Sabía que Don Fernando estaba atravesando un momento muy crítico desde lo económico, entonces le dijo que le pagaría muy bien.
Pessoa no aceptó una sola moneda. Le dijo que para él era puro placer. Tomó una hoja y comenzó a escribir:

“Minha amada, tu sabes. 
quanto eu te amo.
Minhas noites são eternas sem ti. 
E meus dias mar de ausência 
sempre noite sem ti”

Salió, plegó el papel y, como quien lleva un tesoro, lo colocó en el bolsillo de su saco.
Llegó a su casa y, con estupor, descubrió que la carta no estaba en el bolsillo. Se había deslizado por un agujero interno y, sin saber cómo se perdió en las calles pedregosas.
Volver a pedirle el favor al escritor, eso sí era un ah sí.
Pensó en recuperarla en su memoria.
Tomó una hoja y escribió

Minhas noites,  amada,
mar eterno sem voce.

Sabía que el original nada tenía que ver con esas líneas. Pero se animó.
Dejó el sobre perfumado en el buzón nocturno de una calle sin nombre.
                                                             
 

MÓNICA PERSANO