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28 de septiembre de 2025

La foto fantasma

El poeta marplatense Matías Moscardi escribió alguna vez en un poema que en las fotos no parece existir la tristeza, apenas la sensación, cuando uno las mira, de haber perdido algo que jamás tuvimos pero que ahí está. Paz Guevara persiste en la misma idea que da cuerpo a este relato: ¿acaso las fotos captan algo de la existencia que en realidad jamás ocurrió?

La foto fantasma

Las viejas fotos de mi abuela en carretes de película lo guardaban todo. Momentos congelados en el tiempo, sonrisas que ya no estaban, paisajes que se habían desdibujado con los años. Pero entre todas esas imágenes había una que me atormentaba. Una foto que ya no existía en el plano físico, solo en mi mente, como un fantasma persistente.

La habíamos tomado una tarde de verano en el porche de la casa de la playa. La luz dorada del atardecer lo envolvía todo. Él estaba sentado en el escalón, con esa camisa a cuadros que le quedaba tan bien y el cabello revuelto por la brisa salada. Yo estaba recostada en el suelo de madera, con los ojos cerrados, riendo por alguna broma tonta. La cámara de mi abuela capturó el instante justo en el que él se inclinó y, con su dedo, escribió algo en mi muslo. O al menos, eso fue lo que yo creí que había captado la lente.

"¿Y si escribió 'mía' en mi muslo solo en mi mente?". La pregunta se repite en mi cabeza como un eco, una y otra vez, a lo largo de los años. Es una de esas dudas que se aferran a la memoria, una espina clavada en el corazón. Esa foto me persigue, no por lo que capturó, sino por lo que nunca pude confirmar. ¿Fue un simple garabato, una línea sin sentido, o una declaración de algo más profundo?

La imagen se ha desvanecido, como se desvaneció él de mi vida. Pero a veces, en las noches tranquilas, cuando la luna entra por la ventana, miro mi pierna y siento el roce de su dedo, como si esa palabra fantasma se hubiera quedado grabada en mi piel. Una prueba de un amor que quizás solo existió en el obturador de una vieja cámara y en la profunda fantasía de mi propia imaginación. Un recuerdo que es tan real como las fotos que aún conservo, y a la vez, tan etéreo como la brisa de aquel verano.

¿No te parece fascinante cómo la memoria puede crear su propia versión de la realidad, entrelazando lo que pasó con lo que deseamos que hubiese pasado?

                                                                                                                  

PAZ GUEVARA

 

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