La provincia de Buenos Aires, que concentra casi el 38% del padrón nacional, se prepara para definir 23 bancas de senadores y 46 de diputados provinciales. También se elegirán concejales y consejeros escolares, lo que convierte la votación en una verdadera prueba de fuego para intendentes y fuerzas políticas sin el arrastre de candidatos nacionales.

El oficialismo nacional llega golpeado por escándalos y disputas internas. Las denuncias de coimas en la ANDIS deterioraron la credibilidad del Gobierno y, según consultoras privadas, desmotivaron especialmente a los votantes jóvenes que habían acompañado a La Libertad Avanza. A esto se suman internas abiertas en el armado libertario bonaerense, con Karina Milei enfrentada a sectores desplazados y un presidente que, ocupado en la macroeconomía, no logra ordenar su tropa.

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El gobernador Axel Kicillof, en tanto, se juega su estrategia política tras impulsar el desdoblamiento electoral que lo enfrentó con Cristina Kirchner. El mandatario provincial logró instalar su fuerza propia y sentarse en la mesa de conducción junto a Máximo Kirchner y Sergio Massa. Un resultado favorable podría proyectarlo como figura de peso hacia 2027, mientras que una derrota abriría tensiones internas en el peronismo.

El oficialismo bonaerense pone en juego 29 bancas —19 de diputados y 10 de senadores— y apuesta a fortalecer su representación. Los intendentes, protagonistas de la campaña, pondrán a prueba su capacidad territorial para movilizar votantes y blindar sus distritos frente al avance libertario.

Con 41.189 mesas habilitadas, la elección bonaerense vuelve a ser la madre de todas las batallas y su resultado reordenará el tablero político nacional de cara a octubre.