Domingo 13 de Julio de 2025

Hoy es Domingo 13 de Julio de 2025 y son las 20:53 - Una manera distinta de informar, con otro enfoque

  • 12.6º

12.6°

EL CLIMA EN Buenos Aires

RINCóN LITERARIO

13 de julio de 2025

La casa de mi vecina

Marguerite Yourcenar , la gran escritora belga, manifestó alguna vez que la verdadera antesala de la muerte era la soledad, no la vejez. Este relato de Cristina Tormakh viene a señalar la misma idea. A veces las cosas ofician de rara compañía, para que la soledad no se vuelva tan insoportable.

La casa de mi vecina

La puerta sin llave se abrió para darme paso. Una oleada gélida me envolvió y sentí que se me congelaban los huesos.

Estaba sola. Sentada en su sillón de mimbre se hamacaba, dormitando.

--¡Hola! ¿Cómo está?- le dije con voz suave- Soy su vecina.

--¡Hola, querida! ¿Viniste a visitarme? –respondió con voz débil y temblorosa.

Cientos de cucarachas salían de una gran grieta de la pared descascarada que tenía enfrente. Me senté en una banqueta destartalada y conversé sobre cualquier cosa frente a ese escenario repulsivo.

La atmósfera era lúgubre. La humedad había decorado las paredes salpicadas de hongos.

Las aberturas estaban cerradas, cubiertas por fuera con una lona raída, que nos privaba de los pocos destellos del sol invernal.

--No te preocupes, mijita -dijo la anciana- mis hijos han venido a visitarme hoy tempranito y mis nietos me llaman por teléfono constantemente. Se ocupan de mi bienestar.

Los gatos iban y venían cruzándose y maullando con desconfianza. El hedor descomponía.

Sentía sensaciones contradictorias. Por un lado, una profunda pena por la soledad de la anciana, por otro, quería escapar de allí. No podía imaginar que alguien viviera en esas condiciones.

Era una acumuladora de todo lo que se pudiese suponer: latas, latitas, latones, revistas, ropas en desuso, libros con hojas amarillentas, botellas de formas y tamaños diferentes, cacharros, cuadros con fotos antiguas…  Al parecer ese había sido siempre su hábitat, recargado de cosas inútiles, donde el polvo jugaba a las escondidas y terminaba acumulándose, acompañado por un silencio de esos que agotan el alma.

En mi mente discurrían algunas preguntas: ¿Cómo había llegado a vivir de esa manera, en total abandono? ¿Esas condiciones de vida serían la consecuencia de un desequilibrio psicológico o de algún trastorno de conducta?                                                               

A los ojos de otros vecinos semejaba un monstruo acaparador de basura que no se dejaba ayudar.

Luego de mi corta visita falleció. Padecía diabetes avanzada. Era mi vecina.

Intenté explorar por última vez su casa. Todo era un caos. Traspasé un verdadero laberinto para llegar al primer piso ahogado de objetos viejos y sucios, olvidados del tiempo.

No tenía ni hijos ni nietos que la visitaran. Tampoco había otros familiares.

No se le conocía ninguna amistad. Tampoco tenía teléfono de línea o celular.

Su profunda soledad había abarcado su existencia hasta el final. La casa en total abandono, ahogada por la acumulación de cosas fútiles, era apenas un símbolo, un intento por poblar un vacío, seguramente mucho más antiguo y desolador que la propia casa.

                                                                               

CRISTINA TORMAKH

 

COMPARTIR:

Notas Relacionadas

Comentarios