RINCóN LITERARIO
6 de julio de 2025
La idea de vos

No nos enamoramos de alguien, sino de la idea que nos hacemos de ese alguien….postulaba el poeta austríaco Rainer María Rilke, uno de los escritores más grandes en lengua alemana de la primera mitad del siglo XX. En este texto, Paz Guevara suscribe el pensamiento de Rilke a la par que nos relata una experiencia de desencanto y decepción.
La idea de vos
No nos enamoramos de alguien, sino de la idea que nos hacemos de ese alguien.
Lo supe cuando abriste la boca y dijiste algo cruel. No mucho, apenas una frase lanzada al viento, un juicio innecesario, pequeño como una piedra en el zapato. Pero suficiente.
Hasta entonces te había idealizado. Lo reconozco ahora. Me gustaba cómo te reías con la cabeza hacia atrás, cómo fingías saberlo todo sobre películas y comidas francesas, cómo llevabas un libro en la mochila, aunque jamás te veía leer. Era tan fácil enamorarme de lo que creía ver: tu aura distante, tu supuesta tristeza de fondo, esa forma en que mirabas por la ventana como si esperaras que alguien te viniese a buscar.
Yo construí tu historia en silencio. Te hice poeta sin versos, herida sin cicatriz visible. Te imaginé leyendo cartas rotas bajo la lluvia, sabiendo más de lo que decías, queriendo más de lo que mostrabas. Pinté un alma detrás de tus silencios. La llené de música, de miedo, de deseo.
Pero esa tarde –cuando hablaste mal a la mesera que se equivocó en la cuenta, cuando hiciste ese gesto con la mano como si el mundo entero te debiera algo –algo en mí se rompió. No fue odio, no fue rabia: fue un leve crujido. Como si una grieta antigua, apenas perceptible, se extendiera sin hacer ruido.
Me fui caminando despacio. No lo notaste. Te quedaste hablando con alguien por teléfono, probablemente contando una versión distinta de la misma historia.
Esa noche pensé en vos como si hubieras muerto. No en la muerte literal, sino en esa otra más sutil, la que ocurre cuando descubrimos que alguien no era quien pensábamos. No me dolía tanto perderte, sino perder la idea de vos. La que vivía en mi cabeza. La que construí con pedazos de deseo y soledad.
Y todavía hoy, cuando paso por aquel café o escucho a alguien con la misma voz baja y pausada que tenías, me permito extrañarte. No a vos, claro. A la versión que inventé de vos.
Esa sí merecía mi amor.
PAZ GUEVARA
Seguinos