TURíSTICO
19 de abril de 2025
Molinos: historia colonial y serenidad entre los Valles Calchaquíes salteños

Con calles empedradas, casonas de adobe y un entorno natural de imponente belleza, Molinos es uno de los pueblos más encantadores de los Valles Calchaquíes. A orillas del río homónimo, este rincón salteño conserva el espíritu del pasado y se proyecta como un destino clave del turismo cultural y rural del noroeste argentino.
Ubicado a 2.000 metros sobre el nivel del mar y a unos 200 kilómetros de la ciudad de Salta, Molinos es un pueblo que parece detenido en el tiempo. Su origen se remonta al siglo XVII, cuando funcionaba como un importante paso en el camino que unía el Alto Perú con el virreinato del Río de la Plata. La arquitectura colonial, con techos bajos, paredes encaladas y calles de tierra, es testimonio vivo de esa época.
Uno de los íconos del lugar es la Iglesia San Pedro Nolasco de los Molinos, declarada Monumento Histórico Nacional. Construida en el siglo XVIII, alberga los restos del último gobernador realista de Salta, Nicolás Severo de Isasmendi. Frente a ella, la antigua casona del gobernador fue transformada en un hotel de estilo colonial, que conserva mobiliario de época y ofrece a los visitantes una experiencia inmersiva en la historia local.
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Pero Molinos no es solo pasado: es también presente rural y futuro sostenible. Rodeado de cerros colorados, viñedos de altura y campos de pastoreo, el pueblo es ideal para quienes buscan tranquilidad y contacto con la naturaleza. La cercanía con la mítica Ruta 40 lo convierte en una parada obligada para quienes recorren los Valles Calchaquíes, especialmente en el tramo que une Cafayate con Cachi, dos de los polos turísticos más reconocidos del norte argentino.
La vida en Molinos transcurre sin apuros. Sus habitantes, en su mayoría descendientes de comunidades originarias y antiguos criollos, mantienen vivas tradiciones vinculadas a la agricultura, la producción artesanal y las festividades religiosas. Durante las celebraciones patronales o las ferias locales, el pueblo se llena de música, coplas, comidas típicas y un espíritu comunitario que cautiva a los visitantes.
Molinos es un refugio para el alma. Un lugar donde la historia se respira en cada rincón, donde el silencio tiene valor y donde la belleza no está en lo grandioso, sino en lo simple. Quienes llegan hasta aquí suelen partir con la promesa íntima de volver, sabiendo que hay lugares que se quedan adentro para siempre.
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