La guerra comercial entre Estados Unidos y China sumó un nuevo capítulo de tensión con el anuncio del presidente Donald Trump de imponer un arancel adicional del 10% a todas las importaciones chinas. La medida, según el republicano, busca presionar a Beijing para que refuerce su lucha contra el tráfico de fentanilo, pero la respuesta del gobierno de Xi Jinping no tardó en llegar y elevó la disputa a un nivel sin precedentes.

“Si lo que Estados Unidos quiere es una guerra, ya sea una guerra arancelaria, una guerra comercial o cualquier otro tipo de guerra, estamos dispuestos a luchar hasta el final”, advirtió un vocero del Ministerio de Exteriores chino en su cuenta de X, en un mensaje que por primera vez sugiere la posibilidad de un enfrentamiento militar.

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El gigante asiático acusó a Washington de utilizar el problema del fentanilo como una excusa para incrementar la presión sobre su economía. “El acoso no funciona con nosotros. La intimidación no nos asusta. La presión, la coerción o las amenazas no son la forma correcta de tratar con China”, indicó el comunicado oficial del gobierno chino, replicado por la embajada en Estados Unidos.

En respuesta a los nuevos aranceles estadounidenses, el Ministerio de Finanzas de China anunció la imposición de gravámenes del 15% sobre el carbón y el gas natural licuado (GNL) provenientes de Estados Unidos, además de un 10% sobre el petróleo crudo, equipos agrícolas y ciertos modelos de automóviles. Pekín ya había aplicado medidas similares en el pasado, luego de que Trump impusiera rondas de aranceles por valor de 370.000 millones de dólares anuales durante su primera presidencia.

El conflicto comercial ocurre en un momento en que China refuerza su estrategia de defensa. Este miércoles, en la sesión inaugural de la Asamblea Nacional Popular, el primer ministro Li Qiang anunció un incremento del 7,2% en el presupuesto militar, que alcanzará los 245.600 millones de dólares. “Mantenemos intactos nuestros esfuerzos para mejorar la preparación para el combate y salvaguardar la soberanía nacional”, afirmó.

El gasto militar chino, el segundo más alto del mundo después del de Estados Unidos, sigue creciendo pese a la desaceleración de la economía y apunta al desarrollo de cazas furtivos, portaaviones y una ampliación de su arsenal nuclear. Las tensiones con Washington, así como los conflictos en Taiwán y el Mar de China Meridional, impulsan esta política de fortalecimiento militar que marca un escenario de creciente rivalidad entre ambas potencias.