Después del cierre de los mercados y en vísperas de un feriado en EE. UU. el 14 de febrero, el presidente Milei, desde su embestidura, lanza de modo promocional una criptomoneda llamada Libra con contrato incluido para ingresar, el cual deja fijado en 5 horas.
La misma fue creada apenas minutos antes de que el mandatario la lanzara al mundo. Su cara visible es Hayden Davis, quien se habría reunido con Karina Milei y el propio presidente, quien fuera parte de la escuela cripto del mismo Davis y con el cual tendría contacto fluido.

En el transcurso de horas, miles invirtieron en Libra, que, cuando tocó techo, se desplomó, dejando a los más de 40 mil inversores sin dinero: una total estafa. Luego, el presidente borra el posteo y explica que no estaba bien asesorado.

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El “mejor economista del mundo”, que señala al resto de “econochantas”, ¿puede haber publicado en su red oficial verificada como jefe de Estado, a minutos de ser creada, una billetera que sin él no hubiera tenido trascendencia, sin información?
La respuesta es no.

El entorno del presidente no deja pasar nada que signifique dinero. Lo dejan liberado para insultos, agravios, amenazas y la verborragia cloacal con ribetes obsesivos con lo anal, que es parte de su cotidianidad.
El fenómeno barrial es hoy estafa internacional y logra las primeras planas internacionales, logrando poner a Argentina en los lugares de peor imagen inversora.

Desde el viernes, el gobierno es un caos. Vendría después una nota con el periodista y amigo Jonathan Viale por la señal TN, donde se victimizó, deslindó su responsabilidad y mezcló lo público y privado, desdiciéndose, perdido en el relato con un hilo narrativo inverosímil.
En la última parte de la entrevista, intercede el asesor Santiago Caputo, corta la misma para censurar una pregunta incómoda.
El periodista accede ante el hecho y nos preguntamos: ¿cuántas veces pasó esto?

Horas más tarde, se filtraron chats donde Davis habla de la suma que habría pagado a Karina Milei para toda la operatoria y entrar y salir de la Rosada.
Coimas, un gobierno corrupto del que ya habíamos escuchado sobre compra de candidaturas, por ejemplo, pero la escalada de este escándalo trae gravísimas consecuencias.

Demandas multimillonarias contra Milei y pedido de informes en la Cámara, incluso para la secretaria de la presidenta.
Para que “haya magia” había que dejar la coima, el tráfico de influencias y periodistas involucrados señalándose unos a otros lo impúdico de ser “ensobrados”. Aquellos que señalaban a colegas como militantes se auto incriminan y señalan con toda impunidad, describiendo los sobres hasta con colores, destruyendo su credibilidad en horas, pretendiendo: si me caigo, me llevo unos cuantos puestos.

Esta es la Argentina de Milei. Y no es que antes estas prácticas no existieran, pero de esta forma se ven los hilos de lo berreta, de lo barato.

En un año y meses, este gobierno ajustó, quitó medicamentos gratuitos de PAMI, quitó la comida de los comedores, despidió estatales, hundió pymes, te acusaron de chorro, de ser casta, reprimieron a jubilados y trabajadores y quitaron derechos.

El escándalo escala mundialmente. La libertad era para pasar el CBU y vender una imagen mundial de ultraderecha, capital político que hoy no existe, superado por la megaestafa y las denuncias que llegan hasta el FBI.

Un allegado al entorno de Milei desestima los alcances de esta megaestafa con dolo y premeditación, aludiendo que con una foto (de pasillo) con Trump en las próximas horas todo se disipa.
El ejército de trolls montado por la Rosada aún no puede reaccionar, ya que muchos de ellos fueron afectados. Es el caso del joven Fran Fijat, que perdió su dinero en Libra por el posteo del presidente.

Todos implicados, al descubierto, al desnudo, sin plan. Un hombre frágil, sin saber dónde está sentado. Otra vez como cuando era niño, sufriendo bullying, pero esta vez masivamente, de los mismos que lo aplaudían hasta ayer.

Ni rockstar ni deportista. Sin credibilidad como economista, sin comprensión de lo que significa gobernar a millones. Con poca estabilidad y un futuro incierto.

Carla Echichure Castro