SOCIAL
2 de agosto de 2024
Bienvenidos a Argenzuela
En la última semana, el mundo ha estado atento, casi en cadena nacional y claramente en redes sociales, a los coletazos de una elección que se ha convertido en una crisis de proporciones en Venezuela.
El domingo, el pueblo acudió a emitir su voto democráticamente en un proceso no obligatorio pero trascendental para dicho país. Se presentaron nueve candidatos, y la batalla final se anticipaba como una confrontación entre el actual presidente Nicolás Maduro y Edmundo González, ambos polos opuestos en una sociedad dividida y con serios problemas socioeconómicos, con más de 8 millones de habitantes fuera del territorio en un éxodo tormentoso en muchos casos.
El chavismo, reconfigurado a la manera de Maduro, lleva 25 años en el poder. Surgieron dudas sobre si, en caso de que los resultados no fueran favorables para el oficialismo, este podría aceptar la derrota e iniciar el proceso de transición.
La modalidad allí es el voto electrónico, que ofrece un resultado más rápido que el convencional de la boleta.
Previamente, como en cada elección mundial, se convocó a veedores e instituciones para garantizar la total transparencia del comicio. Sin embargo, esta situación se tornó un poco enrarecida cuando se excluyó a dos veedores, uno de ellos el expresidente argentino Alberto Fernández, por declaraciones radiales en nuestro país que no fueron del agrado de Maduro. Fernández, que no podría ser sospechado de “aliado” de González, y la proscripta Machado, de orientación ideológica de derecha.
A las 22 horas aún no surgían resultados oficiales de la CNE, y así comenzaba una serie de episodios que aún no han terminado. Pasada la medianoche, la oposición pidió que se pronunciara la CNE, preanunciando una victoria. La primera aproximación general proclamó a Maduro como vencedor por una diferencia significativa.
A medida que pasaban los minutos, la oposición y la región atenta esperaban las actas, que son el desglose y la confirmación real de los números, como en todas las elecciones democráticas. Casi una semana después, no se había verificado la información mediante actas, y se proclamó al mandatario casi de modo urgente al día siguiente. Ninguno de los presidentes de la región oficializó la victoria hasta no estar disponibles la totalidad de las actas. La CNE denunciaba hackeos, la oposición se volcó a las calles, y el saldo fue represión, muertos y varias embajadas expulsadas.
En cuanto a la data de color, si no fuera vergonzoso, nuestro presidente, el inefable Milei, acudió a su medio favorito X para propiciar insultos y manifestaciones poco apropiadas para su investidura contra su par venezolano. Maduro no se quedó atrás con cánticos poco amables, lo que me lleva a la conclusión de que, además de tener un proyecto de país que coincide en dolarización y en una población sin recursos y con pocos ingresos, censura medios y periodistas y tiene una modalidad totalitaria a la hora de gobernar. Así, la extrema derecha y la extrema izquierda se disputan dos polos ideológicos, pero a la hora de los hechos se parecen demasiado.
No podemos dejar de notar que ambos ven conspiraciones en todas partes y se pronuncian bajo un halo místico que parece ser parte fundamental del relato. Si bien hay muchos intereses creados y negociados, poder y ambición, al menos alguna vez es recomendable un mea culpa, una visión no sesgada de la realidad y menos ojos que miran hacia afuera.
Mientras tanto, nada ha cambiado (al menos en nombre de la paz) para el país hermano de Venezuela. Desde aquí, Argentina: la profecía se ha cumplido. Las dos caras de la moneda tienen un mismo rostro de distinto tinte. En definitiva, lo que se pide es transparencia en los datos y paz para el ciudadano venezolano, y no más excesos. Mientras por aquí se pide mesura, madurez para las relaciones internacionales y menos egocentrismo fanático.
Bienvenidos a Argenzuela.
Carla Echichure Castro
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