En la historia del fútbol moderno han brillado grandes jugadores con el 9 en la espalda: goleadores icónicos que a lo largo de las décadas han dado brillo a sus selecciones nacionales y alegría a millones de amantes del fútbol, con sus goles portentosos, a veces inesperados, disparados con la potencia de un rayo, o convertidos con elegancia superlativa. Varios nombres pugnan por aparecer en la memoria gozosa de los Mundiales: Bobby Charlton, Ronaldo, Batistuta, el croata Suker, Luis Suárez.

María Isabel Moronta relata aquí la historia del debut de un 9 nato, un joven jugador nacido para hacer goles, como debe ser un verdadero número nueve.

9 nato

El 9 era un crack, aunque le pesaba toda esa mística de que el 9 es el goleador. Pero el equipo venía de mal en peor y había que sacarlo adelante. De locales, a cancha llena, porque la hinchada es de esas que se las banca en las buenas y en las malas. El Pibe debutaba y tenía que demostrar que no le pesaba la camiseta.

• ¡Medio campeonato prometiendo que lo subían a Primera! – gritó uno en la tribuna, - ¡Por fin, flaco! ¡Por fin!, ¡el pibe la rompió en la reserva! –

Gritos de aliento, papelitos, canciones, la magia de un estadio que late. Y el 9 a punto de sacar otra vez del medio. Lo demás fue una fiesta. Tres goles metió, ¿suerte de debutante?, ponéle, pero ese día el pibe se llevó la pelota.

La hinchada lo puso allá arriba para siempre.

Cuando el periodista se acercó con el micrófono, el pibe todavía temblaba bañado en sudor. No escuchó muy bien la pregunta, pero atinó a decir:

• Como yo ha habido otros, solo que yo he llegado en el momento en el que se me esperaba.

MARÍA ISABEL MORONTA