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26 de marzo de 2023

Silencios

Se escribe para poner palabras a silencios anteriores, dijo alguna vez el escritor cubano Reynaldo Arenas. Para buscar alguna respuesta a algún silencio insondable y lento dispuesto a no marcharse nunca. A veces el silencio es el protagonista impensado en algunas relaciones humanas tan cercanas como difíciles. Sebastián Fontenla Gil le pone palabras , en este relato, a un silencio tan largo y revelador como la muerte.

Silencios

 

La última vez que hablamos te pregunté, ¿por qué te casaste con papá?, fiel a tu estilo evadiste la respuesta, había cosas que te ponían incómoda, no era mi intención hacerlo. 

Nunca nos entendimos y al mismo tiempo fuimos los más cercanos.

Me esperabas por las noches con la cena y, si se hacía muy tarde, dejabas un papelito con indicaciones acerca de qué preparar o que había quedado. Pero yo llegaba deseando que te hubieras ido a dormir, no quería contarte nada, ni que supieras algo de mi vida. ¿Qué podría explicarte? no ibas a entenderlo. Hubo culpas compartidas, hoy los reclamos son propios, uno nunca puede escapar de sus errores.

No supe bien que pasó, los por qué variaban y según de que humor te encontrabas contabas historias diferentes, aunque siempre parecidas.

Todavía guardo tu pasaporte donde figura la fecha de tu huida y un conjunto de fotos en las que nunca sonreís. ¿Qué viniste a buscar?, ¿qué encontraste?, ¿por qué escapaste?...

Los últimos años las cruces se fueron haciendo cada vez más pesadas y tan terca como eras, condición de la que te jactabas, nunca quisiste compartirlas. Tu pasión por vivir ese calvario nos arrastró a la desesperación. Todos se fueron yendo, quedamos solos, justo nosotros dos.

Un domingo por la tarde te cargué en la camioneta y partimos hacia la guardia del hospital, ambos sabíamos que no volverías. Después sucedió la agonía, cada vez más profunda, irreversible, y comenzaste a desaparecer, pero nadie sabía cómo remediarlo ni qué hacer.

Cuando los minutos fueron menos, el tiempo no alcanzó para recuperar aquellos años perdidos, pero estábamos juntos, yo ahí, con vos… no te iba a dejar.

Antes de que me fuera, me miraste y respondiste, por fin, “porque era un buen hombre y muy trabajador, para que lo sepas”. Luego giraste la cara hacia la pared para perderte una vez más. Ya no volvería a escucharte.  

Me pareció una reflexión demasiado simple para ser el epílogo de una vida.

Hoy, tras años de extrañarte, no encuentro algo más profundo.

                                                                                                              

SEBASTIÁN FONTENLA GIL

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