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CULTURA

24 de julio de 2022

DEBAJO

¿Qué formas de vida podrían aparecer o manifestarse después de la hecatombe? Esto se pregunta PAZ GUEVARA y responde con un delicioso ejercicio de imaginación que puede leerse como una parábola futurista o una apelación a los miedos antiguos que desde siempre han perforado el alma humana, esos miedos que sepultamos para no oír y, a los que al parecer, sólo nos atrevemos a escuchar en la época temprana de nuestra existencia.

 

DEBAJO

- ¿Qué hay debajo de la tierra?  ¿Y debajo del mar?

Eso preguntaba Luar. Ella había nacido en el siglo XXIV después de que cayera la tercera roca del cielo o, según algunos católicos muy ortodoxos, “el castigo de Dios”, (aunque de esos ya quedaban pocos). Tres meteoritos del tamaño del estado de Texas, habían acabado con casi toda la humanidad; solo un veinte por ciento sobrevivimos. Algunas plantas permanecieron, algunos animales se adaptaron. Pero aquella gran sacudida despertó algo que dormía debajo de la tierra, y en el fondo del mar. ¿Qué? Bueno, solo unos pocos, los más afortunados (o no tanto) lo descubrieron o llegaron a verlo.

- ¿Por qué querrías saberlo? Son sólo historias.

No, a decir verdad no lo eran. Muchos cazadores, hombres forzudos, y otros que no lo eran tanto,  fueron a cazar a “la gran bestia” ¿Cómo era? Pues nadie lo sabe aún con certeza; una de las pocas cosas que sabemos es que vivían en medio del bosque, eso sí podemos asegurarlo porque se reprodujeron. Los niños los podían entender, cuando los escuchaban a la noche, cuando se acercaban a nuestras casas. Mas nosotros solo oíamos gritos, ruidos, llantos y aullidos.

Ninguna de esas personas, de esos hombres regresó. Solo uno logró huir pero quedó tan traumatizado que no volvió a hablar. Le hicieron decenas de estudios y sólo se le escuchó decir una palabra: “Mishaw”. Parece ser que era un vocablo de un idioma muy antiguo; habría significado “apropiación”. De ahí que los científicos dedujeron entonces que la gran bestia habría habitado esta tierra antes que el ser humano o tal vez incluso antes que los dinosaurios.  Lo cierto es que debíamos convivir con ella. Existía un problema, lo habían traducido tal cual, pero algunos lingüistas informaron que se escribía “MNI YAUL” la primera palabra significaba alma, ahora la segunda se traducía de tres maneras diferentes: Dios, compañero y la más acertada: siempre. Entonces, un ser que está siempre, que ataca a los mayores y “habla” con los niños.

Con el tiempo nos empezamos a reunir en cuatro murallas, si piensan como yo seguramente adivinaron: Norte, Sur, Este y Oeste. Para distinguirla de forma genérica comenzaron a llamarla “Ella”. Pero aparte de la gran bestia otras especies resurgieron, como el “Racal”, un ser muchísimo más grande que el águila y más carroñero que el buitre, de alas enormes y ojos verdes. Los biólogos y algunos paleontólogos afirmaban que era un eslabón perdido entre el pterodáctilo y las grandes aves del siglo XIX y XX.

Les empezamos a temer, los padres recordaron la leyenda del Flautista de Hamelin, aunque los más pequeños nunca dijeron nada de lo que sabían. El miedo y la desconfianza nos obligaron a meternos en nuestras casas, no salimos de la muralla, al menos no de noche. Los regentes: Reyes, Emperatrices, Reinas de cada lugar resguardan los límites. La gran Bestia sigue estando, seguimos oyendo ruidos. Como todo ser biológico evolucionó: ahora la desconfianza y el terror se incrementaron ya que se mimetiza con muchas cosas o mejor dicho con muchos SERES…

                                                                                                                                           

PAZ GUEVARA

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