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5 de junio de 2022

AUTOBIOGRAFÍA DE UN GATO

Darle voz y expresión propia a un animal cercano, intentando indagar en sus pensamientos y dar cuenta de sus emociones es un ejercicio literario que ha deparado pequeñas maravillas en la historia de la literatura. Virginia Woolf se alojó en la vida del perro Flush, el cocker de la gran poeta romántica inglesa Elizabeth Barret, para contarnos de su vida y sus amores con Robert Browning. Más cercanamente en el tiempo, la escritora estadounidense Ursula K Le Guin escribió la biografía de su gato Pard contada por él mismo. Hoy, CAROLINA PONS narra la historia de Castiel, otorgándole respetuosamente la voz a su propio gato.

 

AUTOBIOGRAFÍA DE UN GATO

Me fueron a buscar sin preguntarme. Yo estaba asomando a este nuevo mundo y me sacaron en contra de mí voluntad.

Apenas tenía dos meses de vida.

Vivíamos todos juntos en una casa rara sin puertas, con muchos niños dando vueltas permanentemente.

De repente un día apareció una mujer con el pelo largo y cara de pocos amigos, acompañada de dos niños.

Me cargaron en sus brazos pero eligieron llevarse a mi hermanita la Negrita, porque yo hacía mucho barullo, nunca fui un gato tranquilo.

A la media hora volvieron, y para mí descontento trajeron a mi hermana porque estaba herniada y me llevaron a mí. ¡Yo era un gato demasiado sano!

Me alojaron en una linda casa, me compraron rica comida y rápidamente me fui adaptando a esa familia que estaba ávida de dar cariño a una nueva mascota.

De ahí en más me convertí en el dueño absoluto del lugar.

Entro y salgo cuando quiero. Cuando me siento aburrido me tomo unas vacaciones y me voy por los techos a otros lugares junto con los otros gatos del barrio (sin avisar cuando me voy ni cuando vuelvo).

Eso sí, cuando regreso después de muchos días de ausencia, me están esperando como si fuera el hijo pródigo y me llenan de mimos desmesurados.

Algunas veces me retan porque los despierto a la madrugada o les mastico distintos elementos: ya tengo en mi haber cinco cargadores, tres o cuatro auriculares y dos pares de zapatos.

Pero como en esta casa soy el dueño absoluto de todo, les hago creer que entendí y a los pocos minutos ya se olvidaron.

A veces siento que no puedo privarlos de mi incomparable presencia por mucho tiempo porque se ponen tristes o dejan entrar gatos vecinos a la casa para no sentir mi ausencia, y eso no puede suceder de ninguna manera ¡porque el rey de la casa soy yo!

Lo que más me gusta de ser gato es esta plena libertad que he conquistado y es algo que no estoy dispuesto a negociar por nada del mundo.

                                                                                                              

CAROLINA PONS

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