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CULTURA

29 de mayo de 2022

El elixir de la vida

La literatura tiene que recuperar la cualidad misteriosa del mundo- afirma la escritora argentina Betina González- y la historia de la ciencia parece ser un buen camino. La curiosidad por las alternativas posibles cuando lo conocido falla, el juego de ensayo y error, el descubrimiento inesperado, las consecuencias imposibles de predecir, algo de todo eso aparece veladamente en esta historia, donde el amor, la muerte y la cruel condición de volverse inmortal son tratados con el tono de una fábula donde se refleja, insoslayable, la infinita fragilidad humana.

El elixir de la vida

Corría el año del Señor 1341.

La peste hacia estragos por toda Europa.

Lisandro en el taller de alquimia desde hacía varios meses se afanaba entre probetas tratando de lograr una cura. El maese lo alentaba mas era poco cuanto podía aportar.

Pero cuando enfermó su esposa la búsqueda fue obsesión.

Varias veces estuvo seguro de su éxito. Probaba sus brebajes con vagabundos o desahuciados. Pero no. El elixir de la vida se negaba.

La mujer desmejoraba a ojos vista. Lisandro trasladó redomas y mecheros a su hogar para atenderla tanto a ella como a sus niños y continuar con sus experimentos.

Ofuscado, veinticuatro horas al día trabajaba sin casi alimentarse ni dormir.

No teniendo ya con quien probar sus pócimas, las tomaba él mismo.

Aquel amanecer, al bajar el líquido burbujeante por su garganta, se sintió inundado por la fuerza de la vida.

Corrió a la recámara. Su mujer apenas respiraba.  Volcó unas gotas entre los labios ennegrecidos;  sólo logró que ella abriera los ojos y en un susurro casi inaudible le pidió que cuidara a sus hijos.

Siguió tomando del elixir para mantenerse sano y fuerte y cumplir con el pedido de su amada.

Pasó el tiempo, pasó la peste, los niños se hicieron hombres, llegaron nietos y Lisandro conservaba su lozanía.

Quiso compartir con ellos esa juventud eterna. Se negaron.

Hacía tiempo que no consumía su bebida, pero el mal estaba hecho.

Los vio morir. ¡Cuánto sufrió!

Se alejó de las ciudades y trabajando de farmacéutico se ganaba la vida, mudándose sistemáticamente para que nadie notara su eterna juventud.

Corre el año del Señor 2020.

Las historias se repiten. El círculo de la vida sigue su derrotero. Una nueva pandemia, peste, dolor.

¡Señor, libérame! Concédeme la muerte. No fue mi intención emularte cambiando el curso de la vida, hace tiempo comprendí mi error, pero fue por amor. Compréndeme y perdóname.

                                                                                                               

LAURA THOMAS

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