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CULTURA

13 de marzo de 2022

LEO, LUEGO EXISTO

La vida puede ser un prolongado ejercicio de lectura. Todos los elementos que nos rodean son pasibles de ser leídos, y esta lectura incesante se constituye en un verdadero ejercicio vital, tan vital como el bellísimo cuadro de Paul Gauguin que Mónica Persano ha leído antes que contemplado, siguiendo el precepto del escritor español Antonio Muñoz Molina que ha porfiado siempre con esta cuestión. A leer entonces, a ser lectores creativos de todo lo que existe, y tal vez nos encontremos preguntándonos un día, como el mismísimo Paul Gauguin, ¿de dónde venimos, quiénes somos, adónde vamos?

Cuánto leemos todo el tiempo: libros, carteles, whatsapps, la realidad cambiante. Leemos ojos y miradas, leemos diarios y revistas, pero leemos también la ropa que usan los que nos rodean. Leemos a una monja por su traje, a un policía, a un hippie y también a un dandy.

La arquitectura es también leída por nosotros y muchísimo más la pintura.

Leer un cuadro es apropiarse de ese mensaje único y especial que nos dedica.

Hay un testimonio literario en el que un pintor se enamora de la espectadora de uno de sus cuadros, porque logró detenerse en una pequeña ventana y sintió la soledad de la mujer que allí se encontraba acodada. Estoy refiriéndome a El Túnel de Ernesto Sábato.

Llegado a este punto voy a contar mi experiencia lectora respecto del cuadro de Paul Gauguin: “¿De dónde venimos, quiénes somos, adónde vamos?”

Se trata de un cuadro enorme, intenso, cuyo hilo narrativo parte de un niño muy pequeño, ubicado a la derecha, junto a un perro y dos muchachas.

Este cuadro presenta escenas parciales que se conjugan en un todo significativo.

El friso de Gauguin exhibe un marcado equilibrio a partir del eje central: un adolescente alcanzando un fruto con sus manos.

A la derecha, un grupo de tahitianos; a la izquierda, en el borde inferior, una anciana y junto a ella hay jóvenes y una niña sola comiendo un fruto.

Los colores predominantes son los azules y amarillos.

En el fondo, el mar. Detrás de las figuras casi todas en cuclillas, posición que adoptan los tahitianos para realizar las tareas, dos mujeres vestidas con túnicas conversando animadamente.

Completando el paisaje natural y humano, animales diversos. Pero también lo ultraterreno, el más allá, a partir de la lectura de la estatua con los brazos alzados.

Luego de esta breve reseña, levanto la cabeza y leo al noticiero que tengo como telón de fondo, y al mismo tiempo leo a mi gato que maúlla con el sonido que emplea para pedir comida. Leo también a mi estómago que emite señales de hambre y sí, insisto, leo luego existo.

                                                                                  

MÓNICA PERSANO

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