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5 de marzo de 2022

Una investigadora del CONICET dedicada a la preservación del pecarí quimilero es finalista del “Oscar verde”

Se trata de Micaela Camino, que estudia esta especie endémica del Chaco que se encuentra amenazada.

Una investigadora del CONICET está entre los 15 finalistas de los premios Whitley, un prestigioso galardón que otorga una fundación conservacionista del Reino Unido, conocido popularmente como el “Oscar Verde”. Micaela Camino trabaja en el Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL, CONICET – UNNE) y estudia al pecarí quimilero, una especie endémica de la región del Chaco que se encuentra amenazada. 

Los premios Whitley se entregan cada año y son destinados a conservacionistas de la vida silvestre que trabajan en países ricos en biodiversidad. Además del reconocimiento, la distinción incluye recursos financieros para la ejecución de proyectos diseñados en base a conocimiento científico y trabajo conjunto con comunidades locales, con el objetivo de lograr beneficios duraderos para los paisajes y las personas.

“Aumentar las capacidades de las comunidades locales para conservar el quimilero y el Chaco argentino” es el nombre de la propuesta postulada por Camino, quien en el año 2010 se instaló en esta región del país mientras iniciaba sus estudios de doctorado. Desde ese entonces, empezó a consolidar el Proyecto Quimilero, una iniciativa que busca difundir la importancia de este animal. 

El pecarí quimilero (Catagonus wagneri) es una especie endémica de la región del Chaco seco y se encuentra amenazado. Está incluido en la lista roja de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

El quimilero pertenece al grupo de los mamíferos ungulados y es el pecarí de mayor porte entre los tres que existen —junto con el pecarí de collar y el pecarí labiado—, y puede llegar a medir más de un metro, alcanzando un peso de hasta 40 kilos en su adultez. “Es una especie emblemática para la región del Chaco porque tiene una enorme capacidad de adaptación para épocas de largas sequías en las que el agua superficial es muy escasa, lo que que demuestra un fascinante proceso de evolución que alcanzó a lo largo de su vida para poder habitar en estos ambientes”, destaca la investigadora, que forma parte del equipo del Laboratorio de Biología de la Conservación del CECOAL. 

Pero más allá de la conservación de esta valiosa especie, el proyecto que promueve Micaela Camino tiene el objetivo de hacer un aporte a la conservación de todo el bosque chaqueño. “Estamos en la segunda ecorregión más grande del continente, después del Amazonas, y tenemos una de las tasas de deforestación más altas del mundo. Lo que pasa a nuestro alrededor es trágico y se debe al avance de la agricultura industrializada, que reemplaza los bosques existentes por producciones de grandes extensiones, principalmente soja y carne vacuna para exportación. El quimilero es una bandera para nuestro proyecto porque se trata de una especie que resiste los bosques y nos permite identificar cuáles son las áreas que necesitamos conservar o restaurar para que los grandes mamíferos como este sigan cumpliendo su importantísima función mediante la dispersión de semillas, aportando a la estructura y la diversidad de todos servicios ecológicos del ambiente”, señala la investigadora. 

Uno de los últimos estudios realizados por Camino indica que la pérdida de hábitat es una de las principales amenazas para la especie, por lo que advierte que la necesidad de acciones de conservación es urgente. “En menos de 30 años el pecarí quimilero podría estar extinto y las áreas protegidas son insuficientes para conservar la especie”, asegura. 

Para proteger esta especie y su camino evolutivo único, el proyecto considera fundamental el rol de las comunidades que viven en el Chaco, muchas de las cuales pertenecen a pueblos originarios y tienen una alta valoración del quimilero. “Trabajamos permanentemente con las comunidades y el intercambio de saberes es permanente. No se trata solamente de los modelos de conservación que nosotros podemos elaborar mediante herramientas científicas para determinar qué zonas de bosque debemos conservar, sino de construir de manera conjunta, combinando los saberes y el conocimiento que ellos tienen a través de múltiples generaciones, que es muy valioso. Por eso es esencial trabajar con las comunidades locales, que son quienes protegen los bosques, porque sus propias vidas dependen de ellos,” concluye Camino. 

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