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19 de febrero de 2022

Rocío, un camino y un destino por Manuel Pérez. Parte 2

Presentamos una de las más importantes peregrinaciones marianas: El Rocío, sus raíces, la Aldea, la Romería, el Camino... todo lo que gira en torno a la Patrona de Almonte, La Virgen del Rocío, plasmado en fotografías. Un recorrido plástico con la visión personal del autor.

El primer documento histórico que existe sobre el Rocío se recoge en el Libro de la Montería, que mandó escribir el rey Alfonso XI. En él se cita únicamente dos lugares próximos al Rocío: la primitiva Ermita de Santa María de las Rocinas y la de la Santa Olalla. El citado libro en su folio 292v dice que: es buen monte de puerco en yuierno, y en el folio 294v afirma que: En tierra de Niebla ay una tierra quel dizen las Rocinas et es llana, et es toda sotos, et ay siempre puercos… et señalada mente, son los mejores sotos de correr cabo en iglesia que dicen Santa María de las Rocinas y cabo de otra iglesia que dizen Santa Olalla.

        Entrado el siglo XV de la Encarnación del Verbo Eterno, un hombre que se encontraba en el término de Almonte que, o apacentaba ganado o había salido a cazar, hallándose en el término de la villa de Almonte, en el sitio llamado La Rocina (cuyas incultas malezas le hacían impracticable a humanas plantas y sólo accesible a las aves y silvestres fieras), advirtió en la vehemencia del ladrido de los perros, que se ocultaba en aquella selva alguna cosa que les movía a aquellas expresiones de su natural instinto.

        Penetró aunque a costa de no pocos trabajos, y, en medio de las espinas, halló la imagen de aquel sagrado Lirio intacto de las espinas del pecado, vio entre las zarzas el simulacro de aquella Zarza Mística ilesa en medio de los ardores del original delito; miró una imagen de la Reina de los Angeles de estatura natural, colocada sobre el tronco de un árbol. Era de talla y su belleza peregrina. Vestíase de una túnica de lino entre blanco y verde, y era su portentosa hermosura atractivo aún para la imaginación más libertina».

        Hallazgo tan precioso como no esperado, llenó al hombre de un gozo sobre toda ponderación, y, queriendo hacer a todos patente tanta dicha, a costa de sus afanes, desmontando parte de aquel cerrado bosque, sacó en sus hombros la soberana imagen a campo descubierto, Pero como fuese su intención colocar en la villa de Almonte, distante tres leguas de aquel sitio, el bello simulacro, siguiendo en sus intentos piadosos, se quedó dormido a esfuerzo de su cansancio y su fatiga.

        Despertó y se halló sin la sagrada imagen y, penetrado de dolor, volvió al sitio donde la vio primero, y allí la encontró como antes.

        Vino a Almonte y refirió todo lo sucedido con la cual noticia salieron el clero y cabildo de esta villa y hallaron la santa imagen en el lugar y modo que el hombre les había referido, notando ilesa su belleza, no obstante el largo tiempo que había estado expuesta a la inclemencia de los tiempos, lluvias, rayos de sol y tempestades. Poseídos de la devoción y el respeto, la sacaron entre las malezas y la pusieron en la iglesia mayor de dicha villa, entre tanto que en aquella selva se le labraba templo. Hízose, en efecto, una pequeña ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviese de peana. Aforándose en aquel sitio con el nombre de la Virgen de las Rocinas».

        Aquella primera ermita duró hasta el terremoto de Lisboa de 1755, que la dejó en ruinas; la Virgen del Rocío fue llevada entonces a Almonte, donde permaneció  durante dos años, celebrándose allí la Romería en su honor. Las reformas de la ermita acabaron en el año 1758.

        La Hermandad Matriz de la Virgen es la de Almonte,  la cual se creó en el siglo XV bajo la protección del clero y la Corporación Municipal de la Villa de Almonte. Esta hermandad vino a llamarse  «Cofradía de Nuestra Señora de las Rocinas» y el primer documento escrito data del año 1640.

     Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte. Con estos títulos y estas credenciales se presenta la Hermandad de Almonte,  encargada de organizar la liturgia, la fiesta y la romería del Rocío.

        La hermandad Matriz  asume la difícil misión de difundir la devoción a la Blanca Paloma y a la vez condicionar la masiva llegada de nuevos rocieros a unas leyes no escritas, que se encuentran sostenidas en una sólida y centenaria tradición, y evitar que se desvirtúe una de las más puras manifestaciones de religiosidad popular de Andalucía.

        También se encarga de aceptar como filial a las nuevas hermandades, hasta ahora 124, procurando que se sientan en plenitud integradas en el seno de la numerosa familia rociera. Entre sus funciones se encuentran las de cuidar el Santuario, la casa de la Virgen; la de custodiar sus vestidos y exvotos que se pueden encontrar en el Museo-Tesoro de la Virgen; organizar los cultos y, por encima de todas sus obligaciones, el cuidado y protección de la Virgen del Rocío.

        Para acercarnos al pasado más remoto de esta institución, que en la actualidad es la columna central sobre la que se sostiene el mundo rociero, con la prudencia a la que obliga la escasez de documentos y los hechos ocurridos hace cientos de años, podemos afirmar que fue Almonte el primer pueblo en el que se formó algún tipo de movimiento organizativo para canalizar los cultos y la devoción a Santa María de las Rocinas. Pero también habría que aclarar que la importancia actual de la hermandad Matriz de Almonte, no reside tanto en la antigüedad de su fundación como en haber sido capaz de erigirse en la legítima heredera de las atribuciones que otros momentos de la historia ostentaron el ayuntamiento de Almonte y la Iglesia.

 

        Es peculiar el trazado de ésta población, cuyas calles están sin pavimentar, cubiertas con arena fina procedente de las marismas, similar a la que se encuentra en las inmensas playas que besa el Océano Atlántico. Lo que permite el paso de caballerías y carruajes, no así el de vehículos a motor, que encuentran más dificultades a la hora de circular.

 

        Bordeando la marisma se encuentra un  paseo que, a su vez, sirve de mirador, desde donde se pueden observar los animales y aves que pueblan los alrededores. Es muy interesante la vida animal que se desarrolla en estas marismas, donde pastan caballos, cazan flamencos y conviven ánades.

 

 

        Desde este espectacular mirador dominamos la marisma, con el Parque Nacional de Doñana al fondo. Un lugar de privilegio para encontrarse con la naturaleza, con nosotros mismos y, como no podía ser menos, objetivo principal de nuestra visita a la Aldea, encontrarnos con la Reina de las Marismas, la Santísima Virgen del Rocío.

 

        Se cumplen veintiséis años ya de uno de los momentos más transcendente de la concepción más pura de la devoción rociera. Sucedió el 14 de junio de 1993. Entonces la aldea y la que era Ermita, hoy Santuario, de la Virgen del Rocío recibían la excepcional visita del Papa Juan Pablo II, beatificado en 2014. Fue una visita histórica, mediática y de gran impacto evangélico. Tanto que desde aquella visita Karol Wojtyla es conocido como el Papa Rociero.

        Viajó hasta las arenas en helicóptero, siendo recibido y aclamado por cientos de devotos reunidos para tal recibimiento.

        Todas las Hermandades filiales estuvieron presentes con sus respectivos Simpecados, que el Papa bendijo antes de asomarse al balcón para compartir con los fieles una salve, unas plegarias y lanzar un deseo: ¡Que todo el mundo sea rociero!

 

 

 

        El Real es el lugar que nos recuerda el espacio en el que se instalaban en los primeros tiempos los romeros y peregrinos en las explanadas aledañas a la antigua Ermita, donde se desarrollaba la Romería a partir de mediados del siglo XVII. En este espacio delimitado se localizaban, como era costumbre en ferias y romerías, las actividades comerciales propias de las mismas, que debían pagar derechos a la Real Hacienda del Estado. Unas actividades que debieron tomar impulso, al igual que la Romería, a partir de 1492 con el Descubrimiento de América y el flujo comercial que provocó en su área de influencia. La fiesta recibe nueva promoción del XIV Duque de Medina Sidonia, con la creación de una feria de ganado, localizada en este lugar, y que en 1747 es declarada libre de impuestos, e institucionalizada en 1772 por Real Privilegio.

        En este espacio, hoy reducido de forma literal a la Plaza que lleva su nombre, se hizo el primitivo asentamiento en la aldea, que ya consolidado en el siglo XX toma un mayor significado a raíz de la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío en 1919, incorporándose al programa de la fiesta en 1954, con la celebración de la primera Misa de Pontifical.

 

        Y antes de seguir, como es lógico, toca hacer una visita al Santuario. Ya vimos al principio, que la primera Ermita se edificó en el siglo XIII, hasta  que en 1755 el terremoto de Lisboa la dejó en ruinas, siendo venerada la Virgen en Almonte, a donde fue trasladada hasta 1758, año en el que concluyeron las obras de restauración.  La actual se construyó en 1964, bendecida el 12 abril de 1969 por el Obispo de Huelva. Al día siguiente, domingo, 13, la Virgen entró por primera vez en su nuevo Santuario.

 

        De estilo regionalista, a semejanza del caserío típico andaluz, fue proyectada por los Arquitectos  sevillanos Alberto Balbontín Orta y Antonio Delgado Roig con planta de cruz latina, tres naves, un triforio y, al fondo, la capilla mayor, cuyo retablo, al igual que el Camarín de la virgen, fue inaugurado en 1999.

        En nuestro recorrido por la Aldea, todavía podemos  encontramos edificaciones antiguas, las que denominaban chozas, como la que se muestra a nuestros ojos:

 

Manuel Pérez

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