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CULTURA

14 de noviembre de 2021

DEJANDO ESPAÑA

Cosiendo retazos de recuerdos, Inés Hernández Igartúa se apropia de las voces familiares y nos deja esta crónica en primera persona de la valerosa niña inmigrante que deja todo atrás para ir al encuentro del futuro: una crónica de inmigrantes que multiplicada por cientos y cientos de miles irá conformando una parte central de la historia de nuestro país.

DEJANDO ESPAÑA

 

        Yo soy Carmen, la del pueblo de las cuevas de Graná. A mis catorce años he decidido que de aquí me marcho, nos rodea el hambre y decir siempre que sí a los amos de las tierras. Estamos en febrero de 1914, juntaré dinero por un año de los jornales que hago más la temporada de cosecha del trigo que ya estoy apuntada y le he pedido a mi hermano Juan que está en Argentina que me lleve con él; los otros seis viven en el pueblo.

         Ya cumplí los quince, tengo un dinero ahorrado, otro que llegó de Argentina y el consentimiento de mis padres, me voy a Cádiz a tomar el barco que me lleva a Buenos Aires, al otro mundo, con buñuelos hechos por mi madre y otros manjares. Voy en tercera clase en un buque enorme, somos muchos con maletas y bultos, comparto un camarote con una familia andaluza muy amable, nos hemos comido un bocadillo de jamón serrano juntos. Nunca he visto el mar antes, soy de la montaña. Zarpamos, se me hace un nudo en la garganta, saludo al aire, a las gaviotas, a mi tierra que dejo atrás. Todos estamos amontonados en la barandilla, vemos cómo se aleja la costa.

         Los días los paso entretenida hablando con unos y con otros, soy muy conversadora, nos contamos de dónde somos, cómo era nuestra vida, así nos sentimos menos solos. La mayoría son españoles y no conocen a nadie en Argentina, a mí me espera mi hermano que trabaja desde hace tres años en un bar. Cuarenta atardeceres en la mar son muchos pero la esperanza nos mantiene alegres, cantando y bailando. Hay días de tristeza también pero entre todos nos reconfortamos. No sabemos qué nos espera, sólo que dejamos atrás la miseria y una vida sin porvenir.

         Al llegar al puerto de Buenos Aires el corazón se me desboca, hay mucha gente allá abajo, a mí un doctor y una enfermera me inspeccionaron y me dieron el visto bueno, les dije que en tierra me espera mi hermano. Desde lo alto de la explanada del barco me quedo extasiada ante lo inmenso que es todo, dónde estará mi Juan. Lo diviso entre el gentío del puerto y las lágrimas no se demoran, alguien me toma del hombro y me dice, “Vamos chiquilla, que hay que bajar, nos espera nuestro futuro”. Al encontrarnos me fundo en un abrazo con Juan. -¡Carmen! -me grita- ¡que ya has llegado, vámonos para la pensión que te espera una buena cama, ah! Y ya te conseguí trabajo, vas a servir en la casa de la familia Peña.

 – ¡Ay Juan, si no sé ni dónde estoy, solo sé que Carmen se vino pa’l Argentina!

 

INÉS HERNÁNDEZ IGARTÚA

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