CULTURA
5 de septiembre de 2021
Cuando hablan las casas de la Historia, ¿qué nos cuentan?
En este brevísimo relato que es confesión y testimonio, el declarante es una casa. Y el eco de unos nombres alcanza para reconstruir los hechos trágicos que condenaron a sus protagonistas
Fui testigo
Me llaman el cuarto azul, no sólo por el color de mis paredes, que se asocian al cielo sin nubes y al mar intenso.
A los que me habitaron, una especie de sosiego y placidez les irradiaba.
Fui testigo de las noches ardientes de Camila, cuando escribía desesperadas cartas de amor al Padre Uladislao.
Fui el refugio necesario para resistir a los embates de su padre y de toda una sociedad.
Hace más de 150 años que el llanto de Camila ha quedado incrustado entre estos muros.
Ya nadie me visita. El comedor, con todos sus muebles cubiertos por paños blancos, quedó intacto.
La cocina, donde se preparaba el chocolate para las tertulias, aún siente los pasos de la niña insolentemente enamorada de lo prohibido.
El cuarto de arriba, una especie de buhardilla, escondía a la abuela, la abuela que le ofreciera las mejores novelas de amor a Camila y, por lo tanto, recluida en una supuesta demencia incumplida.
Todo respira el olor de antaño. Un corazón inmenso, desafiante, atraviesa la memoria de esta casa.
MÓNICA PERSANO
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