Charlando con un hermano Villangelense, nos pusimos a recordar lo lindo que eraN las temporadas de cosecha del algodón, allá en nuestra hermosa provincia del Chaco, más precisamente en nuestra bella ciudad Villa Ángela. Recordamos cuando en los trenes llegaba mucha gente de otras provincias, familias enteras bajaban a la estación.

A algunos ya les estaba esperando un agricultor para llevarlos a la chacra y allí al costado del monte en un ranchito de paja y barro darle alojamiento. Otros salían a buscar por propios medios en los colonos más cercanos a ver si necesitaban braceros, para levantar el algodón. 

Durante la temporada todo era optimismo, muchas expectativas, entusiasmo, alegrías a pesar de lo sacrificado que es hacer ese trabajo, pero las esperanzas eran muchas de que fuera una buena campaña para así juntar una buena cantidad de dinero y volver a su lugar de origen satisfechos, sabiendo que por un tiempo estarían un poco holgados.

También nos acordábamos que los comerciantes de todos los rubros esperaban el día sábado con mucho optimismo, porque ese día la mayoría de los cosecheros iban a la ciudad para hacer compras, buscaban productos básicos, como alimentos, vestimenta, calzados ropa de cama, perfumes, gorras, sombreros, discos Long play para escuchar unos buenos Chamame y algunas joyas entre otras cosas . 

Era muy lindo en esos años, porque se veía la ciudad abarrotada de gente, todos los negocio llenos, vendían muy bien, todo era alegría, armonía, la ciudad con mucha actividad a toda hora.

Pero comenzaron a llegar las máquinas cosechadoras donde una sola persona hace el trabajo de 100 y desde entonces toda esa gente cosechera se fue quedando sin esa temporada salvadora, tanto para ellos como así también para todos en el sector comercial que veían como esa máquina fue arrasando sus sueños, sus proyectos quedaban truncos por el adelanto de la ciencia.

La economía se vio muy afectada en toda la ciudad de Villa Ángela, mi querida ciudad natal, a la que llevo dentro de mi corazón, que lindos tiempos aquellos,  muy difíciles  para todo, pero digno de recordar y de estar vivo para poder contar como se vivía y esperaba por todo lo que prometía aquellas temporadas de cosechas.

Ramón González