“Jugar, no juego más”. Con esa frase, Carlos Delfino puso punto final a una carrera brillante. El alero santafesino, último jugador en actividad de la mítica Generación Dorada, confirmó su retiro a los 43 años y dejó atrás más de dos décadas de trayectoria marcada por el talento, la resiliencia y los logros con la Selección Argentina.

En diálogo con Doble Doble NBA, el “Lancha” explicó los motivos de su decisión: “Llegó un momento en que empecé a poner excusas para no ir a entrenar, no tenía ganas de ir. Me cuesta bastante, lo extraño, pero me siento bien físicamente y eso, después de todo lo que pasé, no tiene precio”.

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Su última temporada la disputó en Benedetto XIV Cento de la Serie A2 italiana, donde jugó su último partido el 23 de marzo. Ese día, en la victoria ante Libertas Livorno, anotó 3 puntos y tomó 5 rebotes. Fue el cierre de una carrera que incluyó 15 camisetas entre clubes argentinos, europeos y de la NBA.

Nacido en Santa Fe, Delfino comenzó a jugar al básquet a los seis años en Círculo Israelita Macabi, antes de pasar a Unión y luego a Libertad de Sunchales, donde debutó en la Liga Nacional en 1998. Su talento lo llevó rápidamente a Europa —Viola Reggio Calabria y Fortitudo Bologna— y, en 2003, se convirtió en el primer argentino elegido en la primera ronda del Draft de la NBA, por Detroit Pistons.

Su paso por la mejor liga del mundo incluyó también etapas en Toronto Raptors, Milwaukee Bucks y Houston Rockets. Pero su nombre quedó grabado a fuego en la historia del deporte argentino con la Selección Nacional: fue campeón olímpico en Atenas 2004, medallista de bronce en Pekín 2008, campeón del Sudamericano 2004 y protagonista de innumerables gestas junto a Manu Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni y Fabricio Oberto.

En 2013, una grave lesión en el pie derecho lo dejó más de tres años sin jugar, con diez cirugías y más de mil días de rehabilitación. Cuando muchos lo daban por retirado, regresó en 2017 con la camiseta de Boca Juniors, demostrando una vez más su amor por el básquet.

Ya alejado de las canchas, Delfino planea continuar ligado al deporte como entrenador. “Ahora disfruto de llevar a mis hijos a la escuela y de la jardinería”, confesó. Con su despedida, se apaga la última llama de la Generación Dorada, pero queda encendida para siempre la huella de un campeón.