SOCIAL
17 de agosto de 2025
Ella

Después de años de padecimientos y muchos más de ser víctima mil veces en los juzgados, en las pericias, volviendo a recordar una y mil veces frente a profesionales, abogados, periodistas y el propio entorno.
Pero, ¿quién es uno? ¿Qué se siente en la cajita de cristal que es nuestra mente, la psique?
Las sensaciones, los olores, el miedo, las noches interminables sin poder dormir, el temor, estar alerta. Sufrir todo el tiempo bajito y ser fuerte por los hijos y por los demás.
La violencia es en todas sus formas dolorosa y transforma; dejas de sentir alegría, no hay fuerza para poder sostener y sostenerte, no se entiende.
La víctima se pregunta: ¿qué hice yo? Tengo que hacer las cosas mejor.
Aun así, que se sigue padeciendo, se aumenta la violencia y el agresor va por más; es dominante, manipulador, te saca la dignidad, además de ir por la violencia económica, física, abuso, violación, golpes, te separa de tu familia, amigos y maneja tus horarios y hasta lo que consumís.
Esta última semana Julieta Prandi logró que su exmarido y padre de sus dos hijos fuera condenado a 19 años de cárcel con detención inmediata.
El condenado, en su primer alegato, dijo una frase que lo autoincriminó para todos los presentes: “Yo nunca la abusé sin su consentimiento”, es que él no hizo ninguna de las pericias psicológicas, a todas se negó y no presentó testigos a su favor.
Sin embargo, Julieta se sometió a todo una y mil veces y, además de eso, hubo mucha prueba testimonial.
Prandi pidió un biombo en medio de su escritorio y el de Contardi en la sala porque no estaba fuerte ni preparada para verlo.
Es que después de aquel día en el que escapó finalmente de su encierro con sus hijos, no lo vio nunca más.
Contardi la tenía secuestrada; ella no podía llamar a nadie y cada 6 meses le cambiaba el teléfono.
Iba a trabajar, pues era ella quien mantenía todo, y él la llevaba y la traía.
Contardi consiguió, en momentos en que ella cursaba su primer embarazo, un poder para cobrar sus sueldos y manejar todo su patrimonio, tan así que el primer departamento de Julieta fue puesto a nombre de la madre de Contardi, y hoy vive su hijo adulto.
También lo hizo con otra propiedad que luego alquiló y la casa del country donde habitó hasta ser detenido.
Cuando ella salió de ahí, pidió un préstamo y alquiló un departamento donde fue a vivir con sus pequeños hijos.
En la revinculación del condenado con sus hijos, el mayor, al regresar con su madre, denunció abuso.
Contardi nunca más volvió a ver a sus hijos; para entonces, el nombrado vivía con quien era la niñera de los niños, con la cual hoy tiene una bebé de 20 días.
Ella está acompañada por su familia, su pareja Emanuel Ortega y sus amigos; él, solo.
En la sociedad que vivimos, a minutos de saberse la condena, salieron los soldaditos del Presidente a denostar a Julieta e insultarla, lo que abrió una grieta más en las redes.
Lo sorprendente fue el nefasto posteo de Márquez, biógrafo de Milei, acusado de violencia y abuso a su hijita menor.
Ellos juegan las cartas del patriarcado de recrear la figura del “macho”; todo lo que hagan es desde la fuerza y la violencia verbal, pasando por todas las demás, aun con vidas propias muy distantes de eso.
A esta declaración respondió con el amor y con altura la pareja de Julieta; sí, el callado y perfil bajo de Emanuel (Ortega) no se quedó callado.
Y es que en estos años hemos atrasado con todas las conquistas que habíamos logrado conseguir y naturalizar en materia de género y diversidad.
El gobierno cree que la mujer es para la casa o para la diversión de estos “machos”, tales así que regresaron a los 90, recatando todas las prácticas y, además, las mujeres de época, las vedettes de entonces, y odian a todas las que hoy defienden el género, muchas ya nacidas con esta gesta incorporada.
Otra vez empezar de cero. ¡Bravo, Julieta! Dejaste un precedente para todas las que padecen lo mismo o similar.
Hace unos días me llegó información de un nuevo proyecto de contención y empoderamiento para todas.
Se llama ASTAR: la A de acompañar, la S de sostener, la T de transformar, la A de agradecer y la R de reconocer.
Una y otra vez, desde varias trincheras, volveremos a ponernos de pie, porque somos una cadena irrompible, una ramita que será árbol, un río que no para de fluir y la propia tierra que se renueva con la lluvia.
Carla Echichure Castro
Seguinos