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10 de julio de 2025

Secretos termales: un viaje bajo tierra por la Provincia de Buenos Aires

Por: Rosa Acosta

Entre el vapor que sube desde las entrañas bonaerenses y la calma de los pueblos que los cobijan, los complejos termales de Villarino, Tapalqué y General Belgrano ofrecen mucho más que descanso. Son puertas abiertas a un turismo pausado, casi ritual, donde el agua cura, el tiempo se estira y el silencio se vuelve un lujo.

La provincia de Buenos Aires es el destino termal perfecto para disfrutar en vacaciones de invierno. Hay un rumor en la llanura que no es de viento ni de grillos: es el agua. No la del río que corre ni la del mar que golpea, sino la que duerme bajo tierra, milenaria, tibia, mineral. Tres destinos se afirman sobre esa promesa subterránea. Lugares donde el descanso no se grita, se susurra. Donde la salud no se vende, se recupera.

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Termas de Villarino, el sur como refugio

Al sur de la provincia de Buenos Aires, el partido de Villarino se destaca por el complejo Termas de Médanos -@termasdemedanos- y las Termas de Luro, con particularidades que atraen a viajeros de distintas regiones del país. El agua, salada y cálida, brota desde más de mil metros de profundidad y acaricia los cuerpos con una temperatura constante que ronda los 38°. 

No hay multitudes. Apenas el murmullo del viento entre los álamos y la respiración honda de quienes vienen a buscar un alivio para el reuma o simplemente a detener el reloj interno. El complejo se desarrolla como un secreto bien guardado: piletas abiertas, senderos de tierra, y una paz que no se disfraza de espectáculo.

El complejo, ubicado en las cercanías de la ciudad de Médanos, permanece abierto durante todo el año con aguas de surgente a 74°. Se accede por Ruta Nacional N° 22 y tiene sector de camping con fogones, agua caliente y tendido eléctrico; piletas cubiertas, espacio para casas rodantes y salón de usos múltiples. Un imperdible es el centro de spa con opciones variadas para la belleza corporal y el lago termal donde se puede pescar la especie tropical tilapia. Cloruros, sulfatos, calcio, nitratos, nitritos, amonio, fluoruros, sodio y magnesio son sus principales características. 

En las Termas de Luro -@termasdeluro- a 400 metros de la Ruta 3 , las aguas fluyen a una profundidad de casi mil metros, con una temperatura de 70°, y son extraordinarias por sus efectos saludables. Tienen gran contenido de sales cloradas cálcicas, magnésicas, ferruginosas y yodo bromuradas que otorgan una importante acción terapéutica. Este acuífero se recarga con las lluvias y otros efluentes que lentamente se van filtrando en las capas subterráneas y, de acuerdo a la perforación, se pueden descubrir distintas aguas con recorridos de meses hasta milenios.

El hotel termal posee veinte habitaciones con servicios de primer nivel. El agua que surge proviene de la única capa estudiada, que se encuentra a los 948 metros con una mineralización de 3,6 veces más fuerte que la del Océano Atlántico. La cantidad de sales disueltas es muy elevada: 124 kilogramos por metro cúbico.

El entorno es rural: chacras, caminos de tierra, árboles altos que cortan el viento y algún que otro zorro cruzando el campo al atardecer. El silencio es protagonista, interrumpido solo por el murmullo del agua o el canto de las aves. Es un destino perfecto para quienes buscan desconexión real, sin intermediarios, sin maquillaje turístico. En Villarino no hay apuro, porque a veces no se necesita más que eso: agua tibia, aire limpio y el tiempo para disfrutarlo.

 

Tapalqué, la ternura del centro bonaerense

Más al centro, Tapalqué seduce con una dulzura de pueblo. No hay semáforos ni apuros, y las termas, instaladas en un predio de 17 hectáreas, reflejan ese mismo espíritu. Inaugurado hace poco más de una década, el complejo termal local combina la modernidad de las instalaciones con la rusticidad del paisaje.

El Complejo Termal Tapalqué, cuenta con una obra arquitectónica imponente que incluye vestuarios, duchas, sector comercial en la zona de aguas, laguna, espacios verdes y de descanso. El agua de surgente a 500 metros tiene una temperatura de 27 grados en boca de pozo y se eleva hasta 38°.

Es clorurada, sulfatada, alcalina y cálcica, propiedades ideales para estimular las funciones celulares, tratar el trofismo celular, las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas y las afecciones circulatorias; activar el metabolismo y el sistema nervioso, posee efectos antiinflamatorios, antisépticos y antiflogísticas, y es recomendada para uso dermatológico.

Pero más allá del beneficio clínico, lo que atrapa es otra cosa: la gente saluda en la calle, las bicicletas comparten camino con los teros, y después de la inmersión se toma mate con bizcochitos mirando el cielo. Tapalqué no pretende ser más de lo que es, y en eso radica su encanto.

Después de la inmersión, la propuesta se extiende: se puede recorrer el pueblo, con su plaza central rodeada de tilos y farolas, visitar el pequeño museo municipal que guarda historias de inmigrantes. Hay panaderías que aún venden el pan casero en bolsas de papel, bares donde el café se sirve en pocillos gruesos y donde el tiempo parece tener otra densidad. 

 

General Belgrano, tradición termal a orillas del Salado

Por último, a solo dos horas de Capital Federal, las Termas del Salado - @termasdelsalado- lleva la delantera en materia termal. El complejo tiene una abierta oferta de hospedaje, recibe a miles de visitantes cada año y promete atardeceres de ensueño para culminar un día de esparcimiento. 

Aguas hidrotermales de alta mineralización, salinas con alto porcentaje de sodio, calcio y sulfatos que surgen desde una perforación de 960 metros de profundidad a una temperatura en boca de pozo de 41º. Posee una pileta cubierta y dos semicubiertas ensambladas entre sí con temperaturas que oscilan entre los 34 y los 41 grados, y capacidad para seiscientas personas. Además, restaurante, maxikiosco, vestuario, lockers, spa, alquiler de batas y área exclusiva para bebés. 

A pocos pasos, el río Salado acompaña el paisaje. Lento y ancho, traza un curso paralelo al ritmo del lugar. En sus orillas se puede caminar, pescar o simplemente sentarse a mirar el agua pasar. El parque que lo bordea invita a los juegos de los chicos, al mate compartido entre jubilados, al picnic improvisado por familias que llegan con conservadora y ganas de no hacer nada.

General Belgrano no necesita disfrazarse de nada. Su encanto está en la coherencia entre lo que ofrece y lo que es: un pueblo con calles prolijas, casas bajas y vecinos que te saludan aunque no te conozcan. La experiencia termal aquí no es un lujo, es parte de la vida cotidiana.

En Villarino, en Tapalqué, en Belgrano, el agua parece decirnos algo que olvidamos. Que no hace falta correr, ni subir montañas, ni cruzar océanos. Que el descanso puede estar a pocos kilómetros, debajo mismo de nuestros pies. Y que a la tierra de la Provincia cuando se la escucha, sabe cómo sanar.

 

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