Pese a la ola polar, miles de personas —en su mayoría jóvenes— se movilizaron este miércoles frente al Polo Científico y Tecnológico en Palermo para ponerle un freno al vaciamiento del sistema científico argentino. La consigna que encabezó la jornada fue contundente: “Nadie se salva solo”, cita de El Eternauta convertida en grito colectivo frente a un plan de ajuste que ya dejó más de 4.000 trabajadores fuera del sistema desde la asunción de Javier Milei.

“Desde el estudio de la pandemia hasta la producción de alimentos, desde la historia argentina hasta la transición energética, desde las desigualdades sociales hasta la nanotecnología, desde la literatura hasta la biomedicina: no hay agenda de futuro sin ciencia”, se escuchó por altoparlantes desde las escalinatas del Polo. La frase, más que un diagnóstico, fue una advertencia ante una política de desfinanciamiento sistemático que deja sin ingreso a cientos de investigadores, suspende becas y elimina programas clave.

ÚNETE A NUESTRO CANAL DE TELEGRAM.

👉  https://t.me/noticiasconenfoqueprensa

Ofrecemos lo más relevante en noticias. 

La protesta fue impulsada por científicos, docentes y gremios del sector, y se replicó en otras 15 ciudades del país. Muchos de los manifestantes llegaron con guardapolvos, barbijos, máscaras de gas o trajes improvisados que aludían a la “nube tóxica” del Eternauta, metáfora del contexto actual. También hubo carteles que denunciaban el "cientificidio", con figuras como Bernardo Houssay atrapado por los cascarudos o imágenes de Javier Milei y Darío Genua señalados como responsables del desmantelamiento.

“Se le niega financiamiento a los grupos de investigación, se bloquea el ingreso al CONICET de dos cohortes de 800 investigadores seleccionados por concurso”, advirtieron los oradores. Las becas y salarios cayeron un 40% en términos reales. La inversión en ciencia representa apenas el 0,15% del PBI, menor incluso que el 0,17% registrado en 2002. La planta administrativa se redujo un 11% y las renuncias aumentaron un 24% en lo que va del año.

“Denunciamos que esto es un cientificidio. Los números hablan por sí solos”, dijo Sol Martínez, secretaria gremial de ATE CONICET Capital. “Sólo este año se perdieron 4.000 puestos de trabajo; 1.400 de ellos en el CONICET. A eso se suman despidos administrativos, congelamiento de carreras científicas y el éxodo forzado de compañeros formadísimos”, explicó.

Martínez también apuntó al deterioro salarial: los investigadores ganan entre $1.200.000 y $1.600.000 mensuales, mientras que los becarios reciben entre $900.000 y $1.000.000, cifras congeladas hace más de un año. El personal de apoyo y administrativo cobra entre $800.000 y $1.200.000. “Nosotros defendemos la dedicación exclusiva. En un contexto donde el pluriempleo se impone, queremos salarios justos para poder investigar en condiciones. Pero hoy vemos a colegas trabajando en plataformas de reparto para llegar a fin de mes”, lamentó.

“El gobierno ha implementado una política de aniquilación de aquello que llevó décadas construir”, sostuvo un documento firmado por la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología. Desde la Junta de Calificación y Promoción del CONICET agregaron: “Está en juego la continuidad de un modelo de producción de conocimiento reconocido por su calidad, arraigo territorial y compromiso con los problemas del país”.

El ataque contra la ciencia —y contra las universidades— ha sido una bandera de Milei desde la campaña. En línea con las derechas radicales globales, su discurso promueve una visión “radicalmente anti-ilustrada”, en palabras de la filósofa Marina Garcés, que desacredita el conocimiento validado y a quienes lo producen.

“El desfinanciamiento opera por desgaste: no se otorgan subsidios aprobados, no se incorporan becarios seleccionados, faltan insumos básicos. Muchos terminan yéndose al exterior o dando clases en secundaria. Y esos recursos humanos no se recuperan. Son años de formación perdidos”, advirtió Fernando Meijide, investigador del Instituto de Biodiversidad.

“Cerrar ingresos, congelar becas y recortar programas implica un cambio estructural que tomará décadas revertir. No es una política neutra: es una decisión que daña la democracia, la institucionalidad y la moral pública”, se escuchó entre aplausos.

“Esperamos que, al menos, nos reciban”, concluyó Sol Martínez, en referencia a las autoridades del área científica del Gobierno. “Hasta ahora, ninguno ha querido reunirse con la comunidad científica para explicar cuál es el plan para el desarrollo de la ciencia en Argentina. Queremos saberlo. Es nuestro derecho y es su obligación”.