Travesuras de mi sombra 

    Mi sombra es graciosa, apresurada, a veces distante y a veces pegajosa. Siempre le estoy diciendo que no se separe de mí ya que se puede perder. Aún así, a veces, en alguna esquina, suele quedarse pegada a las paredes. O a las vidrieras.

   Lo peor ocurre cuando ella se pone jocosa y se esconde detrás de otras sombras. Ni les cuento cuando voy apurada y ella se agrega a la sombra de alguien que pasa caminando a mi lado. Me confunde, y si la reto, pone baja la cabeza y se hace la distraída.

ÚNETE A NUESTRO FACEBOOK.

👉  https://www.facebook.com/noticiasconenfoque

Ofrecemos lo más relevante en noticias. 

  ¡Ahhh! Y no saben qué lío hace cuando las calles están llenas de gente. Ella se mimetiza, saluda, se transforma y se viste de colores aprovechando los puestos callejeros. A veces se esconde debajo de alguna mesa y parece que hasta se pondrá un sombrero, eso me desconcierta. Porque no la reconozco.

   Siempre recuerdo el día en que siguió a una señora en silla de ruedas. Daba vueltas y vuelta y cada vez se enredaba más, hasta que en un momento se hizo tan finita que creí que era un fideo. Ese día no pude retarla. Sólo pudimos reír cuando finalmente se desprendió de la rueda.  Le quedaban rastros plateados y había lágrimas en las otras sombras. Todas se reían, mareadas de tantas vueltas. 

   Lo más increíble sucedió el día que salimos a cabalgar por los médanos. Yo la sostenía bien pegada a la montura, pero ella quería dar vueltas entre las crines del caballo. Le dije mil veces que el viento se la podía llevar, pero ella tan desafiante, ni me escuchó y no se dio cuenta cuando cayó y se enredó entre las patas del caballo. Y el viento la zarandeaba entre las arenas húmedas de la orilla, hasta que una ola la llenó de espuma. Bajé a buscarla, pero otra ola la llevó hacia adentro y otra mucho más grande la envolvió. Y así, rodando, salió a la orilla nuevamente toda deshilachada. Daba lástima. Por suerte en ese momento el cielo se llenó de nubes, pude levantarla y pegarla a mi espalda. Tan asustada quedó después del revolcón que no quise darle un sermón. La sombra del caballo y las de algunas gaviotas la palmotearon para darle valor y le aconsejaron diciéndole: 

 ─"Vos sos la sombra de tu dueña y tenés que estar siempre con ella. Es peligroso separarse del cuerpo principal. La oscuridad siempre acecha y somos lo que la luz hace de nosotras."

    Mi querida sombra tardó varios días en recuperarse de tantos sustos. De paso pudo descansar, ya que vinieron varios días de lluvias y fuertes tormentas.

  A veces, a mi sombra se le ocurre jugar a las escondidas con otras sombras, pero esa ya es otra historia.

MARÍA EVA MAGUIRE