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5 de enero de 2025

Tres de Diego

Hace más de 10 años, Eduardo Sacheri escribió un cuento antológico en él que reconocía una deuda anónima y perpetua: los dos goles de Maradona a Inglaterra en el Mundial de México 1986. ”Yo debo tener la honestidad de recordar ese presente perfecto para toda la vida” escribió Sacheri en su cuento inolvidable. Rosario Vilches nos relata tres estampas de un viaje a Italia, maradonianas, por supuesto.

El año pasado, de viaje por Italia, en una cena que compartíamos en Florencia con otros turistas extranjeros, se sentó a mi mesa un matrimonio mexicano. Eran gente afable y simpática, y fue muy fácil conversar con ellos. También se sentó una pareja colombiana. Llegó el momento de hablar de futbol y mi amiga que es futbolera, hizo algunos comentarios. Como yo sé bastante poco, solo escuchaba y de golpe, el mexicano contó: -- Yo tenía 13 años cuando fui al estadio a ver Argentina-Inglaterra en el mundial de México 86. Llevé la bandera inglesa que había en casa, ya que el apellido de mi mami es Sunderlit. Lo agité todo el tiempo hasta que llegó el gol de Maradona. Me impresionó el festejo del equipo y también el del público. Entonces, miré desconcertado a mi papá, que con mucha dulzura me dijo: “ --Guarde esa bandera, mijito. Ellos son como nosotros, latinoamericanos. Y han sufrido una guerra.” Mientras decía esto, sacó de su bolsito una bandera argentina. No entendí muy bien lo que me quiso decir, pero les aseguro que el segundo gol de Argentina lo festejé abrazado a mi papá, que lloraba de emoción. Nunca olvidaré ese momento. Y agradezco a la vida haber visto ese gol”.

Yo naturalmente lo quiero y lo quise a Maradona, pero este momento me hizo pensar que hay cosas que van mucho más allá de un partido de fútbol.

2 - Sigo en Italia. Ahora estoy recorriendo Amalfi. Un hermoso pueblo de la costa sobre el Tirreno. Está tan lleno de gente que cuesta caminar. No es agradable ir por allí, te empujan, parece un hormiguero de gente. Miro hacia atrás y siento que nos custodia un mar azul, tan azul como la remera de Maradona cuando le hizo el gol a los ingleses. Otra vez pensar en él…si yo no soy futbolera…en fin. Me alejo del tumulto, tomo una calle que corta la avenida principal, todas las tiendas tienen exhibidores en las veredas, quizá por eso es más difícil caminar. Doblo la esquina y también , tienen  toda la mercadería en la vereda. Lo primero que veo es un toallón celeste, inmenso, con la cara de Maradona. Celeste porque es el color del Nápoles. A continuación, veo una especie de lona de playa, celeste con la cara de Maradona. Y se hace una constante de lonas, toallones, sábanas, remeras, todas celestes con la cara de Maradona en el centro. No me doy cuenta y la calle se angosta y sigo caminando por un corredor de telas celestes que ahora sí, compruebo que se aclaran un poco en el centro, casi blanco se pone para distinguir mejor la cara del ídolo y así, en ese túnel celeste y blanco siento que Diego sonríe desde mi bandera.

3 - Nápoles. ¡Qué bello es! Tomamos un micro con un guía en castellano que, aunque no mucho, algo se le entiende. El micro va despacio y el guía nos muestra los principales puntos turísticos del lugar. De pronto dice: - Miren hacia la izquierda, ese es el estadio de nuestro club de fútbol, el Nápoles. Antes se llamaba San Paolo, pero desde hace 3 años, nuestro estadio se llama Diego Armando Maradona. San Paolo de Tarso, según la tradición, llegó a Italia y desembarcó aquí en el barrio de Fuorigrotta , donde está el estadio, pero ahora nuestro santo protector es Maradona.

Yo me emocioné por lo concentrado que estaba el guía, que no había dicho esto con gracia, sino muy seriamente. Y allí empezó a cantar algo suavecito, como un canto de misa. Cuando bajamos, me acerqué y le dije: - Señor, yo soy argentina y me emocionó mucho lo que dijo. Y ese canto, ¿qué era? Él respondió: - Es lo que cantamos antes de los partidos.

Y ahí nomás, sin decir palabra, se apoyó en una mesita, sacó un papel, escribió algo rápidamente, y me lo dio. Me apretó la mano y se fue. Pretendí leerlo, pero no entendí. Lo puse en el traductor del teléfono, pero no salió porque lo que había escrito este hombre estaba en dialecto napolitano. Cuando regresé a la Argentina  le pasé el papelito -que guardo como una reliquia- a una amiga que algo entiende de dialectos. Y fue descifrado, y la plegaria napolitana decía: “San Genaro no te aflijas, tú sabes que bien te quiero, pero con una gambeta de Maradona, se te funde la sangre en las venas.”

Y fue así que viajé por el sur de Italia y comprobé que Maradona fue mucho más que un gran futbolista. Y me sentí orgullosa.

                                                                                                                         

ROSARIO VILCHES

 

 

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