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5 de mayo de 2024

Un vendedor de seguros

El final rutinario de una jornada de trabajo puede deparar un suceso, un encuentro, algo inesperado, que ni el más experimentado vendedor de seguros podría haber previsto.
Un relato de Alicia Alvarez donde la maravilla inesperada de la vida irrumpe, casi sin quererlo.

Un vendedor de seguros

 

El tocó el timbre de la casa, esperando convencer al eventual dueño de las ventajas de adquirir un seguro para el hogar. Estaba cansado. Quería terminar su jornada de trabajo.

Le abrió una mujer de mediana estatura, con gestos delicados. Lo primero que le atrajo fue su femineidad. Recogía con suavidad un mechón de su cabello detrás de la oreja. Cuando sus ojos se encontraron, hubo de parte de ambos algo que podría verse como un gesto de sorpresa. ¿Acaso se conocían?

La mujer le hizo señas de que se sentara. Sin querer, sus brazos se rozaron. Sintió un estremecimiento. A él le costó empezar con su discurso.

Conocía muy bien su oficio, pero advirtió cierta dificultad para articular una palabra. Empezó comentándole la importancia de tener un buen seguro para el hogar, de sus beneficios, su alcance y su…..ella lo interrumpió:

─En esta casa ya tenemos un seguro. Mi esposo se encargó siempre de esas cosas.

Escuchar que había un esposo que disfrutara de la voz suave de esa belleza lo incomodó al punto de tratar de acomodarse varias veces en su asiento sin lograrlo.

─Bueno, pero el que yo le estoy ofreciendo tiene grandes ventajas sobre cualquier otro seguro ─acotó él.

Una música de piano comenzó a escucharse. Venía de un lugar cercano. En la habitación contigua, alguien ensayaba su lección de piano con esmerada dedicación. Ella le contó entonces que su hija era la pianista y él se mostró de veras muy interesado, porque conocía esa pieza y le pareció admirable cómo la estaba interpretando.

La conversación giró y empezaron a hablar de música, y los dos se mostraron conocedores apasionados del tema. De golpe, se encontró tarareando una melodía con ella. El sonido los envolvió. Se sintió en compañía de alguien muy cercano. Pero no se animó a decir nada. No quería irse de esa casa.

A ella la llamaban y fue hacia la otra habitación. En minutos volvió empujando la silla de ruedas donde estaba sentada su hija, que le sonrió con amabilidad.

El miró a la mujer con una pregunta, a la que ella respondió asintiendo ligeramente. La mujer se disculpó diciéndole que debía llevar a su hija al otro cuarto para que descansara. Él se ofreció a ayudarla y con un movimiento algo torpe tomó la silla y la condujo a una habitación donde había dos camas pequeñas.

¿Madre e hija dormirían juntas en esa habitación? Dejó a la niña sobre la cama. Los dos volvieron a la sala con una sensación extraña. En un momento se chocaron y espontáneamente surgió un beso, que lo transportó a un tiempo eterno en el que permanecían con la promesa de volver a estar juntos. En ese instante pudo reconocerla, mucho más allá de las palabras. 

Él le pidió disculpas. De de ninguna manera seria un obstáculo para su familia- le dijo. Ella le preguntó si tenía una. El asintió, sí, tenía una familia. Le pareció que allí debía terminar el encuentro. Y que ella pensaba lo mismo. Se despidió con un gesto de tristeza profunda. Pero sabía que volverían a encontrarse una y otra vez.

Desde ese momento sus vidas no volverían a ser iguales.

                                                                                                         

Alicia Alvarez

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