El auge de las tan endiosadas “redes sociales” ha modificado bastante nuestros canales de comunicación interpersonal y social.

No hace demasiado tiempo -por mi edad, hablaría de unos setenta años- los parámetros comunicacionales eran menos, más profundos y menos dirigidos “desde afuera” de las personas y de nuestra sociedad.

Los grupos se reunían en las casas, la esquina, el café o el club de barrio y allí, frecuente y espontáneamente, sin algoritmos ni costos, se enfocaban temas de política, fútbol o se generaban conquistas amorosas.

Todo funcionaba sin comparar qué calzado tenía cada uno/a o qué auto tenía el padre, si lo tenía. Porque auto sólo tenían los padres varones, se entiende ?

Los años pasaron, en 1957 se puso en órbita el primer satélite artificial y ahí todo se precipitó..

Nada fue igual en lo que hace a las comunicaciones: los satélites de las potencias hegemónicas poblaron el espacio y se apropiaron de ellas en progresión geométrica.

Salteando calendarios para hacerla un poco más breve, llegamos a un 2024 donde los “grupos” están integrados por personas (“amigos/as”) que jamás se vieron ni se verán y las reuniones se hacen con miles de solitarios/as comunicados/as con otros/as miles de solitarios/as, creyendo estar haciendo vida social.

Las casas son sólo dormitorios donde no se toma diariamente mate con los/las amigos/as, las esquinas sólo sirven para esperar el semáforo y cruzar la calle, los cafés tienen olor a plástico  y los clubes son “gyms” de franquicias carísimas.

Porque “la Internet”, las plataformas, las aplicaciones y otros mecanismo más (la mayoría facturados, generalmente por la misma empresa “tecnológica”) han destruido los códigos del “persona a persona”, del “decímelo en la cara”, del “qué bonito/a estás”.

No vengo (ni puedo, ni debo, ni quiero) a propiciar que abandonemos las redes, pero en estas líneas me gustaría ponerle la mano en el hombro a esa persona, no tan “mayorcita” como yo, que lee este texto y pedirle, casi rogarle, que se permita el “me gusta” en vivo y en directo (otra expresión de antigüedad) con un abrazo, que salga y viralice la belleza de un atardecer o que no bloquee esa sonrisa que ya no se usa pero que muchos defendemos como arma, aún teniendo presente que también hay penas, pero a sabiendas de que si no hubiera la posibilidad de sonreír, las penas serían todas indelebles.

Acaso no hay mejor “dispositivo” que la piel.

Úsela y AME...

Después, enfrásquese en la plataforma que le guste, disfrute la serie que viene siguiendo y chatee todo lo que desee.

Escribió Gian Franco Pagliaro en su canción “Amigos míos, me enamoré”:

“La libertad no es caminar
sin rumbo por cualquier lugar;
aquél que nunca supo amar
no sabe que puede volar
y ser más libre que un gorrión
encadenado a un corazón”

Juancarlos Bejarano Muguruza