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24 de marzo de 2024

La Gringa Loca

María Reiche fue una matemática y arqueóloga alemana que dedicó su vida al estudio de las misteriosas líneas de Nazca, en el Perú. Lucía López Rodríguez nos acerca hoy un relato de su vida.

La Gringa Loca

 

Nació en Dresde, Alemania, el 15 de Mayo de 1903.

En 1928 se graduó en la Universidad Técnica de Dresde y Hamburgo en las especialidades de Matemática, Física y Geografía. Al momento de su graduación ya hablaba 5 idiomas. Alemania en ese tiempo no estaba en su mejor momento y ella soñaba con emigrar.

En 1932 logró salir de su país con un contrato por 4 años como tutora personal de los hijos del Cónsul de Alemania en Cuzco, Perú, donde trabajó solo un año por diferencias ideológicas con el cónsul.

En ese período se trasladó a Lima para trabajar como traductora donde conoció a Paul Kosok, arqueólogo estadounidense.

En 1941 Kosok le ofreció el puesto de asistente en un trabajo de investigación que él estaba realizando en las asombrosas Líneas de Nazca. En el momento que ella  las conoció, sintió que en ese lugar se quedaría el resto de su vida.

A la alemana, no sólo la investigación le daba placer: mientras trabajaba dando clases conoció a la inglesa Amy, con quien se dice mantuvo un largo romance que disimularon muy bien para no escandalizar a la sociedad santurrona de la época. La relación entre ambas duró hasta la muerte de Amy, en 1960, quien le dejó todos sus bienes para ayudarla a realizar su sueño.

En 1948 Kosok abandonó Perú y ella se quedó en Nazca continuando con su investigación en solitario. Los lugareños, que no entendían que hacía una mujer de aspecto tan desaliñado en el desierto portando una bolsa y una escoba, la apodaron bruja, gringa loca o la loca de la escoba.

En 1949 se publicó Misterio en el desierto, su primer artículo sobre Las Lineas de Nazca.

Eso trajo consigo que cientos de personas impulsadas por la curiosidad llegaran hasta el desierto pisoteando lo que ella tanto protegía y en ocasiones tuvo que espantarlos a escobazos, la única arma que poseía.

Al tiempo que ella proseguía con su ardua tarea, algunas instituciones del gobierno establecieron que esos terrenos se debían destinar para el cultivo del algodón.

Con su empecinamiento y energía inagotable tocó todas las puertas necesarias para que ese plan no viera la luz. Primeramente convenció a la comunidad, en su mayoría indígenas, que un proyecto turístico en base a las Líneas los podía sacar de la pobreza en que vivían.

Finalmente del proyecto del algodón no se habló más.

En 1992 el gobierno peruano le otorgó la nacionalidad peruana que ella tanto anhelaba.

Yo soy chola, porque me siento a veces más unida con los cholitos y sobre todo ahora que tengo la nacionalidad peruana, agradeció emocionada.

En 1994, gracias a sus esfuerzos y gestiones, la Unesco otorgó a las Líneas de Nazca la categoría de Patrimonio de la Humanidad.

En 1998 a los 95 años de edad murió en Lima, la capital peruana.

Dedicó casi medio siglo a preservar uno de los tesoros más grandes que las culturas preincaicas dejaron a la humanidad.

Sus restos descansan en Nazca, el pueblo que tanto amó.

Ya nada es igual, el polvo se va acumulando en los surcos que marcan los dibujos, y se hace cada vez más difícil divisarlos desde los aviones que los sobrevuelan llenos de turistas.

¡Cuánto extrañarán los nazqueños a la Loca de la escoba, guardiana de sus pampas!

                                                                              

 

Lucía López Rodríguez

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