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CULTURA

25 de febrero de 2024

EL TAPADO NEGRO

Por Alicia Gugliotti.

Las apariencias engañan, así reza un conocido y gastado refrán que generalmente se cumple. En estos tiempos vivimos en un mundo virtual, donde apariencia, verdad y posverdad se mezclan y entrecruzan y la verdad del ser parece una preocupación del pasado. Pero este relato de Alicia Gugliotti le da una vuelta de tuerca a una cuestión tan seria y nos devuelve la verdad debajo de un tapado negro. 

EL TAPADO NEGRO

¡Qué frío! Menos mal que tengo tapado largo y super abrigado. ¡Cómo quiero a este abrigo negro!  Me llega a los tobillos; es de un paño suave, calentito, cómodo, moderno… Y lo que es mejor, lo compré con mi trabajo.

Salgo de mi casa, si es que se puede llamar casa a esa pieza húmeda que alquilo, con mi tapado, mis botas negras,  gorro, bufanda y guantes blancos.

Gasté todo mi sueldo de la quincena  y bien gastado está.

Empiezo a caminar rápido, el frío se me pega a la cara y eso que es casi mediodía.

De repente  oigo que alguien murmura muy cerca de mi oreja derecha. Sin detenerme, presto atención y escucho una voz de hombre que masculla una serie de obscenidades.

Incomodidad…Desasosiego. ..Impotencia. ..Bronca… Furia. Me detengo de golpe y, mirándolo a los ojos, le digo:

  • Por favor. Le ruego que se retire. Soy monja.
  • Hermanita. Perdón por favor. ¿Tiene una medallita? ¿O una estampita?
  • No. No llevo nada.
  • Gracias igual y que Dios la bendiga.

El muchacho cruza la calle rápido y se pierde. Yo no podía contener la risa. Podría decir que entre él y mi abrigo nuevo, me alegraron el día.

Riéndome en silencio, llego a mi trabajo. La dueña me recibe con amabilidad. No tengo aún la confianza suficiente para contarle lo que me acaba de pasar.

  • Liza, parece que da resultado poner el aviso en Internet. La gente se anota. Hoy están casi todos los turnos tomados.

Con amarga satisfacción, separo la peluca platinada, las pestañas postizas…

Mientras me arreglo, una idea me da vueltas en la cabeza. Imagino que podría aparecer el piropeador de la calle…Yo lo reconocería de inmediato. La cabeza rapada, joven, ojos saltones…

¿Qué cara pondría? 

Aunque pensándolo bien, cómo va a reconocerme sin mi tapado negro…

 

Suena el timbre.

                                                                                           

ALICIA GUGLIOTTI

 

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