El gobierno, con la motosierra, ha logrado un superávit en enero, una vez más los más débiles son los que llevan la mayor carga. Jubilados y pensionados han sufrido una caída mayor a la del 2002, ¿son ellos la casta entonces? La suba incontrolable en las prepagas, los alquileres y medicamentos los dejan al borde de la inanición. Sin embargo, verlos frente al Congreso como hace 3 décadas con cacerolas no parece conmover a nadie, si bien la modificación de la ley jubilatoria no se llevó adelante, la inflación en suba no les permite a un número amplio hacer las dos comidas principales.

Trabajaron toda una vida para cimentar una democracia sólida, educación para sus hijos, una generación que ha sido educada con la idea del sacrificio, privándose de todo para disfrutar en la tan esperada jubilación.

Verlos hoy desesperados ante la encrucijada de elegir qué medicamento tomar y cuál no, caminando cuadras y cuadras buscando precios y algunos literalmente quedando en la calle, es por lo menos una batalla que hemos debido ganar por ellos y no hemos sido capaces de ponernos a su lado y en frente de sus manifestaciones.

Pensar en las jubilaciones como un déficit es una acción política, es parte de un proyecto, no hemos tenido procesos de estabilidad para ellos pero con la salud gratuita, los beneficios de PAMI se ha podido equiparar a los montos de consumo.

La decisión de quién gobierna de cómo lograr llevar a cabo políticas a favor con aumentos estipulados, bonos, aguinaldos, beneficios desde Anses es tener una visión humanista, empática, con la perspectiva realista de que en un corto o largo plazo seremos lo que hoy vemos lejos.

La disyuntiva es analizar profundamente de qué lado ponerse, si del de dar vida a nuestros adultos mayores o del acto miserable de matar al abuelito.

Carla Echichure Castro