CULTURA
28 de enero de 2024
El Morocho
Por Alicia Álvarez.
¿Por qué recordamos tan vivamente los olores, los colores, los sabores de la infancia? ¿Por qué las mandarinas estarán siempre asociadas a una era lejana y feliz? Y el perfume incomparable de los jazmines del patio de la abuela? Borges escribió en un famoso poema que la lluvia es algo que siempre ocurre en el pasado. Alicia Alvarez trae del pasado el sabor inolvidable del dulce de leche de la niñez.
El Morocho
El sábado fuimos a dar una vuelta por el pueblo Las Marianas – cuenta el Darío.
Me costó encontrarlo, solo sabía que era un pueblo muy chico, como de cinco cuadras por cinco-dijo.
Hace muchos años iba con mi tío Franco, hermano de mi vieja, que tenía una fabriquita de dulce de leche tipo casero.
Recuerdo con cuánto cariño me llevaba al depósito y me mostraba los tarros del dulce que hacían. Y andaba libre con la bici por esas callecitas, total, el pueblo era tan chico que no podías perderte.
Después de tantos años, este sábado volví. Era una tarde fría. No había nada abierto hasta que vi un viejo almacén de campo, y decidí entrar.
Un hombre que tendría mi edad me dijo que atendían los sábados y domingos hasta después del mediodía. Ofrecía orgulloso las pastas de doña Irma.
Le pregunté si había alguna fábrica de dulce de leche por la zona, me habló de una que estaba bastante alejada, pero en el pueblo de al lado, en pleno campo.
En la conversación le conté de mi tío y las escapadas a su fábrica, donde me hacía saborear el dulce de leche más rico que recordaba.
El hombre entonces dijo: ¡Ah!, El Mago, así se llamaba. Le decían el morocho porque era algo oscuro. Ningún dulce de la zona lo superaba. Ese dulce hace mucho que dejó de hacerse por acá-
¡El Morocho! Y por un momento- cuenta Darío- me encontré con ese desconocido con el que tenía algo profundamente en común: la memoria de aquel producto incomparable que tenía el sabor más delicioso que uno pudiera recordar: el de la propia infancia.
ALICIA ALVAREZ
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